domingo, 26 de mayo de 2013

todo lo de chespirito 1 2005

Después de salto:

Chespirito, el Shakespeare Chiquito

Chespirito ha sido una de las figuras más importantes de la televisión latinoamericana. El creador de El Chapulín Colorado y El Chavo, llegó a tener una audiencia de 300 millones de personas y sus programas se transmitieron en América, Europa, Asia y ífrica. Su fama es tan grande que hay quienes la comparan con la de Mickey Mouse. Actualmente, Roberto Gómez Bolaños vive tranquilo en su casa de Ciudad de México, dedicado a escribir su autobiografía, uno que otro poema, y a acordarse de su glorioso pasado.
Roberto Gómez Bolaños, el Shakespeare chiquito -de ahí su sobrenombre, pero castellanizado de “Chespirito”-, es un hombre de estatura pequeña que jugó al box para quitarse su complejo de chaparro. Comenzó a escribir casi sin querer… queriendo, para utilizar una de sus frases. Ni en sus mejores sueños imaginó el éxito abrumador que representarían sus personajes y series.
Ahora tiene 71 años. El paso del tiempo comienza a marcar su rostro y su cuerpo. Ya no oye bien con el oído derecho, por ejemplo. Se ríe de sí mismo y dice que quizá -dado que es también miope y su sentido del gusto quedó un tanto atrofiado después de tanto fumar, hábito que dejó de un día para otro -su sentido más desarrollado podría ser el tacto. “Habría que preguntarle a Florinda (Meza, su esposa), claro”, dice con una sonrisa. Se sienta con el oído izquierdo del lado de la entrevistadora, también de la grabadora y pide que las preguntas sean hechas un poco más fuerte de lo normal.
Su vitalidad, sin embargo, permanece completa. Es un hombre amable, que agradece cosas tan nimias como que fue Agustín P. Delgado, productor de cine, quien le comenzó a decir Chespirito.
Vive en una discreta casa -un tanto oscura y llena de relojes y antigí¼edades- en la colonia del Valle, zona de clase media de la ciudad de México. Ahora pasa sus días escribiendo lo que quiere, libre de la presión de la entrega cotidiana de la televisión. Eso sí: se sienta frente a su computadora, con disciplina, todos los días. Se despierta temprano, duerme una siesta por la tarde. Ahora está concentrado en escribir una autobiografía comentada, poemas (casi siempre en verso) y quizá trabajando La reina madre, obra de teatro que tal vez se convierta en comedia musical sobre la madre de Charles Chaplin, uno de sus ídolos, a quien gusta de imitar en pequeñas reuniones.
Sale una o dos veces a la semana para comer con alguno de sus seis hijos y sus doce nietos. En la noche suele ver documentales. Ya no ve los noticiarios. Dice que le provocan angustias y en ocasiones, coraje. Sólo a veces ve sus propios programas en la televisión, que en México se transmiten 15 veces a la semana en dos diferentes canales a las 15, 15:30; 18 y 20 horas, y que siguen teniendo, para estupor de los críticos de televisión, una de las audiencias más altas. Lo acompaña siempre Florinda Meza, compañera de televisión y su segunda esposa, mujer que comenzó a querer casi desde que la vio en un pasillo cuando ensayaba un monólogo para u programa en el que entonces participaba. Se llamaba, cosa curiosa, La media naranja.
Roberto Gómez Bolaños nació el 21 de Febrero de 1929. Su padre, Francisco Gómez Linares, murió cuando él tenía seis años. Sus otros hermanos, Francisco y Horacio, tenían ocho y cinco. Su padre era dibujante, retratista (en su tiempo le encargaron que hiciera un cuadro de la esposa de Emilio Portes Gil, presidente de México que ocupó en los años veinte). Francisco Gómez era un hombre simpático y bien parecido que “se bebió todo lo que se ganó”. Además, solía actuar y disfrazarse a escondidas. En ese tiempo dedicarse al mundo del espectáculo era muy mal visto. “Seguro que le hubiera gustado ser actor”, dice Gómez Bolaños.
Cuando murió Francisco le dijeron a él y sus hermanos uno de tantos eufemismos que se usan en México: “Tu papá se fue al cielo”.
“No entendía muy bien, aunque me explicaron”, dice Gómez Bolaños. “En la casa había una pequeña jardinerita en la ventana que daba a la calle y me sentaba ahí a que llegara mi papá. Me cuentan que estuve en la jardinerita meses esperando a que llegara, hasta que me di cuenta de que no sería así”.
Su madre, Elsa Bolaños Cacho, era una mujer extraordinaria. Quedó viuda a los 32 años, con tres hijos. Había vivido en Nueva York, cuando en México se gestaba la Revolución Mexicana, y hablaba inglés perfectamente. Se volvió secretaria bilingí¼e y trabajó durante muchos años en Petróleos Mexicanos.
A fin de asegurar el ingreso para sostener a su familia, Bolaños Cacho comenzó a construir una suerte de pequeño edificio de condominios: con locales comerciales en la planta baja y tres departamentos en los pisos superiores. Ella y sus hijos habitaban uno y recibían renta por los demás. Pero algo salió mal, su madre no pudo con los gastos y el banco se quedó con la propiedad. Se fueron a vivir en las accesorias comerciales.
“Mi mamá ponía una cortinita muy barata para tapar la construcción de hierro”, dice Gómez Bolaños. “Nos bañábamos con agua fría, ¡que era horrible! Ya luego se consiguió un calentador. Primero la luz nos la volábamos con un diablito… así vivíamos. Pero mi mamá era tan sensacional que nunca me di cuenta de que andábamos pobres. Nunca me compró una bicicleta, un tren eléctrico, pero nunca me faltó una pelota. Fui súper feliz. Ella se mataba trabajando, de eso me di cuenta después”.
Chespirito, que suele escribir en verso, cuenta una anécdota al respecto que después volvió poema y que hace llorar a Florinda cada que lo lee. Era Navidad y Chespirito y sus hermanos fueron a buscar regalos bajo el árbol… pero nada había. Después fueron a casa de su tía y abuela, quienes vivían a cuadra y media, con la esperanza de encontrar algo para ellos. Su tía, Eva, una mujer que llama con cariño “la Thatcher” por lo dura, no les escatimó la verdad: Santa Claus no existía, era su padre y como ahora no estaba, no había dinero y, por lo tanto, tampoco juguetes. “Híjole, a esa edad se siente regacho”, dice Chespirito, “pero mi mamá nos dijo: “¿Cómo de que no hay? Vengan”. Fuimos al Centro Mercantil y nos compró algo, soldaditos, cochecitos. Luego nos regañó la tía: ¡Cómo hacen eso, su mamá estaba guardando ese dinero para comprarse un fondo que no tenía y ustedes se lo quitan!”… Esa era mi mamá. Entonces mi poema dice: “Mamá, para mí, la Nochebuena eres tú”.
Gómez Bolaños siempre está moviéndose. Su mano derecha pasa por sobre la izquierda, acaricia, presiona una cicatriz que le provocó una bala de salva que le traspasó la mano. Fue en una ocasión cuando, en el estudio, interpretaba a un indígena, recuerda. No se está quito. Si no son las manos, tamborilea los pies. Dice que necesita sentirse.
Estudió ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero no acabó la carrera. No era bueno para estudiar. Comenzó a trabajar como creativo de la agencia de publicidad D’Arcy. Luego hizo programas de radio y televisión. En los años cincuenta entró a Televisión Independiente de México (TIM, competencia de Televisa hasta que fue comprada por ellos). Fue el guionista de dos de los programas más vistos en ese momento: Cómicos y canciones, con Viruta y Capulina, y luego El estudio de Pedro Vargas. En 1968 le ofrecieron su primer programa. Se llamó El ciudadano Gómez. Ahí comenzaron a nacer algunos personajes que luego se harían famosos. El primero de todos fue El doctor Chapatín, quien originalmente no era doctor en medicina, sino académico que participaba en una mesa de crítica de las poses de los intelectuales, con quien siempre se ha peleado.
Gómez Bolaños dice que tiene un romance con la Ch, de ahí que muchos de sus personajes comiencen con esa letra. Primero fue coincidencia, luego alguien se lo hizo notar y lo buscó, lo hizo su sello personal. Creó poco después a El Chapulín Colorado y luego a El Chavo.
“Con El Chapulín Colorado quería hacer, guardando las proporciones debidas, lo que hizo Cervantes cuando abundaban y hostigaban las novelas de caballería”, dice Gómez Bolaños. “Quería hacer una sátira de los superhéroes, Batman, Superman… y situarlo en Latinoamérica. Le puse Chapulín porque es náhuatl, una palabra mexicana porque amo a mi país, aunque no soy un nacionalista…, el nacionalismo es un arma de la demagogia, conduce a cosas como Hitler”.
Que fuera rojo -o colorado- fue una coincidencia. Hubiera querido que fuera verde, pero no se pudo por razones técnicas, por el fondo -o croma, dicen en la televisión- que impide el uso de ese color, como el azul. La decisión, entonces, estribó en hacerlo blanco, negro o rojo. Luego vendrían muchos más: El Chavo; Chaparrón Bonaparte, Los Chifladitos, La Chilindrina, La Chimoltrufia, El Chómpiras por supuesto las pastillas de chiquitolina y el Chipote Chillón.
La letra Ch parece perseguirlo. Ahora, por ejemplo, participa en una campaña para ayudar a Hogares Providencia, fundados por el padre Chinchachoma, que protege a niños de la calle. Lo patrocina una marca de lácteos llamada Chipilo.
Para Gómez Bolaños es muy importante escribir con un humor blanco, que no haga daño a nadie. Eso se lo hizo ver un día Emilio Azcárraga Milmo, el mismísimo “Tigre”. Ante su rotundo éxito reflejado en ser el número uno de audiencia en todo país -al menos latinoamericano- donde se transmitía, un día el dueño de Televisa lo mandó llamar a su oficina.
Serio, le dijo: “Mira, un punto de rating equivale a un estadio Azteca y medio (con capacidad para 100.000 espectadores). Diez puntos son 15 estadios Azteca. A ti te ven, semanalmente, 300 millones de personas… ¿No te sientes orgulloso? Pero más que orgullo te tiene que dar un miedo terrible, porque tienes una responsabilidad de 300 millones de personas. Tú no debes hacerle daño a una persona, menos a 300 millones. Tú sabes lo que te quiero decir: tenemos un arma poderosa como la chingada”.
Este éxito se traduce en un poder real en el reino de los escritores en México. Por ejemplo, en la Sociedad General de Escritores de México (Sogem), su voto -estimó algún día Víctor Hugo Rascón Banda, actual director de esta asociación- equivale a “medio teatro lleno Wilberto Cantón ocupado por dramaturgos, poetas, novelistas y guionistas de cine y radio”. Los votos de los miembros tienen un peso relativo según las regalías. Los miembros actuales de esa organización dicen que un antiguo presidente, José María Fernández Unsaín (quien por cierto se convirtió en su consuegro, porque un hijo Roberto se caso con Chantal, la hija que Fernández Unsaín tuvo con la actriz Jacqueline Andere) suspiraba de alivio cuando lo veía llegar. Bastaba convencerlo a él para que casi cualquier iniciativa tuviera muchas más probabilidades de aprobación.
Aún así, Gómez Bolaños siente un desprecio por los escritores serios, por así decirlo. Si bien es cierto que sus textos y personajes han dado la vuelta al mundo, en México sigue enfrentando críticas hasta por su formación. A finales de la década de los setenta, después de cinco años de que se comenzó a transmitir El Chavo del Ocho, Carlos Monsiváis escribió en la revista Proceso que “la serie se sostendrá finalmente sobre un solo gag: el adulto que visto y habla como niño. El público acepta la serie por la sagacidad (voluntaria e involuntaria) de la industria de la conciencia que demanda el encumbramiento de la banalidad y, para ello, convierte en humorístico lo que parece redituable. O te ríes de lo que te propongo como graciosísimo o no te ríes de nada”. En 1984, Enrique Krauze, uno de los historiadores más reconocidos, declaró lo siguiente: “Detesto particularmente las series para niños: he hecho esfuerzos desesperados para levantar a mi hijo de la lona mental donde, lunes a lunes, lo tiende Chespirito”.
En los años noventa y principios del nuevo siglo, la crítica parece haber cedido. El mismo Krauze le dedicó un programa de televisión de su serie México, nuevo siglo (que se transmite en un canal de Televisa), en el que recorría su trayectoria personal y profesional.
Hay, claro, estudiosos de los medios que siguen pensando igual que antes, como Raúl Trejo Delarbre, director de Etcétera. Chespirito, dice, “es un actor de recursos histriónicos, que ha trabajado y no se durmió en sus laureles, pero hizo un estereotipo. Contribuyó al empobrecimiento de las opciones culturales, la vulgarización del lenguaje”.
Gómez Bolaños no disimula el enfado cuando habla de lo mal recibido que han sido, por la clase intelectual mexicana, lo mismo sus programas que sus obras de teatro. Dice que para evitar guardar resentimientos, cuando ve que alguien escribió sobre él tapa el nombre del redactor. Si habla mal, no lo lee; si habla bien, sí.
“Me gusta mucho leer, sé que manejo bien mi idioma”, dice. “Y me peleo con los intelectuales porque ¡el chavo, cómo va a saber escribir! Sé que escribo mejor que algunos de esos intelectuales o pseudointelectuales. De todas maneras hay algo en lo que me ganan totalmente: en conocimientos acerca de la literatura. Yo leo historia y leo cosas que me enseñen. ¿Novelas? Me aburro. Un día discutía con Eugenio Aguirre, compañero de la Sogem que maneja la sección literaria. Discutíamos. í‰l, quien es novelista y amigo mío, me dijo no sé qué de Proust y Joyce. Yo le dije: “No he leído ni a Joyce ni a Proust”. “¿Â¡Cómo!?”, exclamó. Y le contesté: “No es porque no lo haya intentado, sino porque me aburrí terriblemente”. Me dijo que no podía escribir sin haberlos leído. Y respondí: “Seamos parejos. Si yo no he leído a Joyce; Joyce nunca me leyó a mí… Â¡así que al demonio, ni discutir!”.
Gómez Bolaños tiene calculado -al menos hasta hace unos meses, cuando fue motivo de un homenaje por parte de Televisa- que ha escrito, sin contar borradores, unas 60.000 cuartillas para televisión. Habría que añadir a eso poemas y otros textos. Lo dice sin tapujos: “Me da mucha envidia (Juan) Rulfo que con dos libros logró tanta fama… y a mí me ha costado 60.000 cuartillas. A veces me duele un poco, un poco… porque ha caído en la resignación, pero no una resignación dolorosa. Será que el éxito no se perdona. Algo hay de eso. Yo le decía a Hugo Sánchez: “ya no metas goles, no te lo van a perdonar, y menos tan bonitos… México es tremendo”.
Tímido, casi escondido tras unos lentes que son grandes para su rostro, ahora Gómez Bolaños se encuentra escribiendo su autobiografía, algo que durante muchos años pensó que no haría porque pensaba que no tenía mucho que contar. “Fuera de la separación de la mamá de mis hijos”, dice, ” y todos los problemas que implicó eso y las culpas…, no soy ni narcotraficante ni consumidor de narcóticos ni alcohólico, ¡ya hasta dejé de fumar! Soy heterosexual totalmente, no he robado ni matado a nadie. Para una biografía pensaba que mi vida sería la cosa más aburrida. He tenido suerte, he trabajado mucho, pero eso a la gente no le importa leerlo. Le gusta leer: “mira, aquí se lo cargó el pintor”…”.
Pero dos cosas le hicieron cambiar de opinión. La primera fue darse cuenta de que, por su mismo trabajo, había sido testigo de importantes acontecimientos de México y del mundo. La segunda, que podría redactar su autobiografía comentada con humor/ Anticipa que se meterá en problemas. De nuevo será criticado, por ejemplo, cuando narre lo que pasó en Chile en 1978, donde el recibimiento fue increíble. Del aeropuerto al hotel, algo así como 17 kilómetros, había una fila de gente que quería verlo. En el hotel unas cuatro mil personas permanecían sin moverse con la esperanza de pedirle un autógrafo. Su equipo y él fueron a actuar a Viña del Mar y llenaron un estadio de fútbol con capacidad para 80.000 personas y también lo retacaron en dos ocasiones: por la mañana y por la tarde.
“Eso no lo había hecho nadie, nadie…”, dice Gómez Bolaños. “Pensamos que qué dirían en México de nuestra hazaña. Pero nos criticaron; dijeron que éramos unos cínicos y descarados porque habíamos actuado en el escenario donde encerraron con represión a jóvenes y gente. Entonces yo digo: bueno, no puedo irme al Zócalo de la ciudad de México porque ahí fue la Decena Trágica… ¡Era estúpido, pero ese fue el comentario!”.
Gómez Bolaños también contará sus contactos con otros muchos presidentes, no sólo de México sino de otros países latinoamericanos. Ah, y también sobre su tío, un hombre que cantaba y tocaba la guitarra: Gustavo Díaz Ordaz Bolaños Cacho, primo hermano de su mamá y presidente de México cuando la matanza de Tlatelolco fue presidente en 1968. Gómez Bolaños dice que desde que Díaz Ordaz fue presidente, marcó su distancia con él, y no lo volvió a ver. No le interesa defenderlo.
Habla sobre otros presidentes: “A Carlos Saúl Ménem lo conocí cuando ni él sabía quién sería. Nos tomaron una foto en una estación de radio o televisión. Iba con dos o tres amigos y dijo: “esta fotografía va a estar en la Casa Rosada”. Sus amigos le dijeron: “¡Ay, sí tú…!”. Para entonces no era candidato de su partido… aunque sí llegó a ser presidente. En Argentina no lo volví a ver, pero le mandé el recado de que la foto debería estar ahí. Y me mandó decir que sí… pero no sé.
“En Colombia hicimos una marcha enorme por toda la ciudad, invitados por la esposa del entonces presidente Julio César Turbay Ayala, Lidia o Nidia… ¡ya no me acuerdo! Quintero. Eran primos hermanos, por cierto. Ya se divorciaron. Fue una marcha desde las 9.30 de la mañana hasta las 6.30 de la tarde. íbamos en camiones de bomberos. Parecía que ni nos movíamos… Al día siguiente fuimos a la casa de gobierno y ella llegó y me dijo “Roberto”… ¡Como si me conociera, pues órale! Hubo un discursito y tenía que contestarlo, pero cuando me tocó, tenía un bocadillo en la boca. Lo guardé en la bolsa y empecé a sentir que se me chorreaba. Todo el mundo estaba muerto de la risa… La primera dama me dijo que me veía algo molesto. Le dije que era porque tenía puesta corbata y no estaba acostumbrado. “Pues quítatela”, me dijo. E hizo que todos los ministros, incluyendo al presidente Ayala, se quitaran la corbata”.
Pero quizá uno de los presidentes con el que más se le asocia es Vicente Fox Quesada, actual mandatario mexicano. Y es que Gómez Bolaños fue uno de los poquísimos personajes del mundo artístico que lo apoyó durante su campaña. Hizo hasta spots llamando a votar por él.
Aun así no es su amigo. Se han visto de manera ocasional en sólo tres ocasiones. En un mitin en Cancún, un breve saludo en sus cuarteles generales de campaña, ubicados en un hotel de la ciudad de México, y durante la presentación del Plan Nacional de Desarrollo el 29 de Mayo del 2001, donde Gómez Bolaños acudió como invitado especial. Dice que a pesar de las críticas que recibe Fox, él sigue creyendo en su proyecto. Se lo ganó porque cree en su honestidad y le gustó que no fuera partidario del aborto. Es más: está de acuerdo con la aprobación de una muy controvertida reforma fiscal que promueve el gobierno. Cree que es necesaria aunque aceptará lo que el Congreso decida.
“Traté sin querer a muchos políticos”, dice Gómez Bolaños. “Tengo una frase que hice hace como cuarenta años que mataba de risa a Emilio Azcárraga Milmo: “Qué tan fea será la palabra política que a una palabra tan bella, como madre, le añades política y se vuelve suegra”. No me gusta la política, pero con la gente de Fox, carajo… se respira otra cosa. No digo que sean perfectos, pero tienen buenas intenciones… A lo mejor no tanta capacidad. No sé”.
Los ojos de Gómez Bolaños se iluminan al hablar de Florinda Meza, quien está en el piso de arriba y baja a saludar al final de una larga entrevista de tres horas. Es mucho más delgada en persona que en televisión, una muy poco maquillaje y posee una capacidad para hablar pocas veces vista. En cuanto se une a la conversación, Gómez Bolaños enmudece. Parece estar de acuerdo en todo lo que ella dice. Se limita a sonreír, asentir, contribuir con una u otra frase. Ella le dice de cariño “Rober”.
En ella Gómez Bolaños ha encontrado una verdadera pareja, dice. Le costó trabajo tomar la decisión de casarse con ella por su formación católica -aunque ya no practicante-. Se sentía, acepta, lleno de culpas.
“Creo que me enamoré inmediatamente de ella, pero de detenía. Uno, porque era casado, algo fundamental, y dos, porque ¡odio y detesto a la multitud de productores, porque son muchos, que ofrecen papeles a cambio de cama! Me parece la cosa más ruin del mundo. Guardé la barrera. Tanto que fueron seis o siete años después cuando sucedió lo bonito”.
Tienen más de veinte años como pareja. Se apoyan en sus respectivos proyectos. í‰l no oculta su admiración por Florinda: la considera una mujer inteligente y culta y que además canta muy bien. COn ella, dice, puede platicar de todo, hasta de fútbol. “El riesgo enorme de las parejas es el aburrimiento. CUando uno se aburre… ¡en la chapa! El aspecto sexual primario es precioso, pero forzosamente se ablanda, disminuye, por lo menos. Yo era una cosita medio seria antes… pero a partir de Florinda soy fiel, fiel. No me hace falta nada”.
Pese a lo dicho, Gómez Bolaños es y ha sido muy discreto con respecto a sus otros amores, por así decirlo. Nadie sabe nada al respecto.
Radar, suplemento dominical del periódico argentino Página 12, publicó un reportaje firmado por Sergio S. Olguín en el que dejan entrever que Gómez Bolaños pudo haber tenido u romance nada menos que con Marilyn Monroe. La supuesta evidencia estaba en un libro de fotografías con la diva donde aparece junto a un escritor de nombre Roberto Bolaño. Bajo la fotografía se hace referencia a un “amante mexicano” y una declaración de la diva en la que manifiesta que no le preocupaba estar “con el realizador de los peores programas mexicanos. Todo lo demás lo hace muy bien”.
Gómez Bolaños demiente esta información vía su representante. También por medio de su esposa, en breve conversación telefónica. Ya sabían del rumor, pero no es cierto. Lo que pasa es que -dicen- existió un director de cine llamado precisamente así, Roberto Bolaño, quien dirigió algunas películas, entre ellas La Soldadera… í‰l sí fue amante de la Monroe. No Gómez Bolaños.
Meza acepta que el equívoco es común. Quizá por lo común del Gómez en México se lo saltan y lo llaman “el Señor Bolaños”.
-Yo le digo que parece que es hijo de madre soltera- dice Meza de buena gana.
Gómez Bolaños se presume feminista. Siempre, dice, ha vivido rodeado de mujeres valerosas y cultas. Su madre y su tía, primero; ahora, sus hijas, su esposa. Es más: cree que de sus personajes. La Chimoltrufia sería una gran política. Y acepta que sus personajes femeninos siempre son más inteligentes que los masculinos.
Aun así, no cree en la competencia directa entre mujeres y hombres. “Me enoja eso. Quieren desfeminizarse, entonces me parece tonto. Que sigan siendo mujeres… y hombres. Muy diferentes. Cuando escucho que dicen que en el PRD (partido izquierdista de México) que quieren un 50% de mujeres… ¿que? ¿Tienen que cumplirse un porcentaje? A ver. El otro día leí que en el mundo hay algo así como 15 ó 20% de zurdos. Entonces ¿hay que buscar que en el Congreso haya esa cantidad proporcional? ¿Por qué discriminan a los zurdos? Creo que eso va más allá, independientemente de si se es hombre o mujer”.
Veinticinco años de transmisiones. Al menos tres generaciones han crecido, reído, llorado con sus personajes. Han presenciado y se han dolido con la eterna búsqueda de una torta de jamón de ese huérfano que vive en un barril en medio de una vecindad llamado El Chavo. Han llorado de risa con las escenas de amor entre El Profesor Jirafales y Doña Florinda (viuda al igual que Don Ramón, el padre de La Chilindrina, quien siempre hacía berrinches), se han reído con las malogradas aventuras de El Chapulín Colorado.
Frases como: “No contaban con mi astucia”, “Que no panda el cúnico”… han provocado duras críticas por parte de puristas del lenguaje. Pero al mismo tiempo, hasta Los Simpsons le hicieron una suerte de homenaje: en la televisión Lisa y Bart ven a un personaje basado en El Chapulín Colorado.
Ahora Chespirito y sus personajes podrían por primera vez volverse un verdadero negocio de merchandising. Su hijo varón, Roberto Gómez Fernández, el único que se dedicó a la producción de televisión, es una serte de guardián del legado paterno y se está encargando de eso. Gómez Fernández comenta que no hay día en que no llegue una propuesta para hacer algo con sus personajes. Lo mismo una compañía telefónica que productores de paletas, ropa, salones para fiestas infantiles temáticos en Argentina y hasta estudios como Hanna Barbera que se han interesado en producir una película. En promedio, calcula Roberto, son dos llamadas diarias, de lo más variopintas.
“Siento que El Chavo del Ocho puede ser el Mickey Mouse de Latinoamérica”. dice Gómez Fernández. “En unos estudios americanos hicieron investigaciones del impacto de personajes ficticios. EL único que le gana es Mickey. El Chapulín Colorado está empatado con el Pato Donald”.
Una de las preocupaciones que comparte con su padre es que se respete la esencia de los personajes. Actualmente buscan un socio, aunque asegura que lo más probable es que Televisa maneje junto con ellos la licencia de las creaciones de su padre. Una cosa importante, que no se ha hecho hasta ahora, es tener control sobre todo lo que se hace con los personajes. No ha habido criterio homogéneo.
“Mi sueño ideal es que esto pueda quedarse toda la vida”, dice Gómez Fernández, “los personajes ya son clásicos, ya pasaron esa barrera. El interés comercial de mi padres es nulo. Vive en una colonia de clase media alta y su terreno debe medir unos 200 metros cuadrados. Siempre ha querido vivir de manera sencilla. No le interesa ganar un peso más. Aún así estamos trabajando en una película de animación tipo Toy Story con diseñadores mexicanos. Nos interesa hacerlo todo mexicano. Creo que el valor de sus personajes es como de una empresa transnacional, se puede explotar de esa forma”.
A Roberto Gómez Bolaños, sin embargo, parece no importarle lo que suceda de su casa para afuera. Pese a las criticas se siente satisfecho de lo hecho… Meza le recuerda que es hora de irse, que se les hará tarde. í‰l asiente. Como buenos anfitriones, me acompañan hasta la puerta…, es hora de irse a una comida. La puerta de aluminio de la casa de la Calle de Porfirio Díaz se cierra. Tras él se queda, serio, un hombre que es parte de la educación sentimental de Latinoamérica. Nos guste… o no.

El Chavo del Ocho, por que lo aman los niños?

Había una vez, en el siglo XX, un hombre feo y pequeño llamado Roberto Gómez Bolaños alias Chespirito. Con una capacidad teatral extraordinaria y grandes dotes de imaginación forma un equipo y construye, sobre la problemática del pueblo mexicano (¿latinoamericano?), una serie de programas de televisión.
Chespirito representa al Chapulín Colorado, el antihéroe del chipote chillón y del no contaban con mi astucia… que defiende, con torpeza y entusiasmo, a quienes se encuentran en problemas; y al Dr. Chapatín, un profesional inútil y distraído, que parodia los errores médicos. Actúa en el papel de Napoleón Chaparrón, afectado por la chiripiorca y comparte con su amigo Lucas, las locuras de un mundo irreal. Como Chómpiras, acompañado de Botija y la Chimoltufria, sufre la realidad de los barrios bajos y representa al ladronzuelo, al lumpen mexicano. En El Chavo del 8 discute los problemas de una barriada pobre e incluye un componente distinto: el de los niños-adultos.
Todos los programas se refieren a grupos sociales en desventaja (viejos, profesionales decadentes, chiflados, marginales, niños…) y asumen la perspectiva cantinflesca tan famosa en América Latina. Su premisa de base es la de reír llorando o llorar riendo… Es la mezcla de la tragedia social y de la torpeza cotidiana, es el drama que conmueve y se quiebra en risas espontáneas.
La critica social resulta evidente. Los mexicanos-latinoamericanos no viven bien, sufren, cargan sus miserias y ríen su desesperanza. En apariencia todos los programas mantienen y reproducen un sistema social injusto sin proponer soluciones político-ideológicas, sin embargo, la hipótesis que sostiene este comentario es que existe una ruptura, un quiebre con la lógica causalista y logocéntrica en un nivel mas profundo, más pulsional, más semiótico.

EL CHAVO DEL 8: Un hogar colectivo.

2.1. La familia ideal no existe…
En un viejo y gran estañón, inhóspito y cálido, vive un niño al que apodan el Chavo. El patio de una pequeña barriada marginal mexicana le sirve de paisaje a este muchacho solitario. El Chavo no tiene padres ni hermanos, pero convive con los vecinos.
En la barriada no existe ninguna familia completa, tal y como se concibe en occidente: Doña Florinda y Don Ramón son viudos y cada uno vive con un hijo, Quico y la Chilindrina. Doña Clotilde, la bruja del 71, es soltera y, el Chavo, representa al niño abandonado que un día llega al lugar con un motete de ropa y se queda a vivir para siempre.
Los otros, los que vienen de visita tampoco tienen pareja. El profesor Jirafales es soltero; el dueño de la propiedad, el señor Barriga, cuida de su hijo Ñoño; Jaimito, el cartero campesino nunca se ha casado; la bisabuela de la Chilindrina, doña Nieves y Popis, la prima de Quico, visitan el barrio sin compañía.
Los adultos viven solos (sin otro adulto) y ninguno de los niños tienen hermanos. Existen atracciones entre ellos pero no llegan a compartir sus vidas. Doña Florinda y el profesor Jirafales se aman pero nunca lo expresan directamente; doña Clotilde suspira por don Ramón pero éste la desprecia; el Chavo sueña con una de sus compañeras de escuela y no se da cuenta de que la Chilindrina lo persigue enamorada…
La noción convencional de familia se pierde, pero no así los lazos afectivos. En el barrio se reparte la pobreza; se trenzan las emociones; se comparten la desesperanza, los juegos, la astucia y la alegría momentánea. Los pleitos y la agresividad de las relaciones son vencidos por el cariño. A pesar de los actos hostiles, de las acciones violentas, de la estudiada indiferencia, en el ambiente prevalece lo positivo.
2.2. Un ambiente hacia adentro: (el micro mundo)
El mundo más importante es el de “adentro”, los vecinos comparten el patio y es ahí donde se relacionan cada día. Las salidas al mundo “exterior” son, fundamentalmente, a la escuela del profesor Jirafales, a la calle para realizar pequeños “negocios” o al restaurante de doña Florinda…
Lo exterior penetra en la barriada a través de los visitantes. El profesor Jirafales tiene la dignidad del maestro de escuela y la llave del amor platónico. Representa el conocimiento, el saber académico, la pobreza del intelectual… Ñoño y la Popis son los niños bien, los modelos para el estilo de vida de Quico.
El señor Barriga, dueño del inmueble, aunque le produce una enorme angustia a don Ramón cuando viene a cobrar el alquiler, termina por perdonarle el atraso. Incluso no vende la propiedad por temor a que los vecinos resulten perjudicados. El señor Barriga se siente bien en la barriada y no enfrenta las relaciones como el dueño del poder. Jaimito emigra del campo a veces da la impresión de que llega al patio en busca de consuelo y de descanso momentáneo. La abuela, doña Nieves, encuentra compañía en su yerno y nieta.
El mundo del patio se convierte, entonces, en un mundo segurizante sicológicamente, más o menos acogedor, en un mundo que protege de lo externo y que, quizás, permite la evasión.
2.3. ¿Legitimar la marginalidad? (el macro mundo)
Estos personajes marginales sufren las consecuencias de una sociedad con injusticia social: don Ramón busca eternamente trabajo; doña Cleotilde apenas sobrevive con su pensión; Jaimito no puede adaptarse a las condiciones de la ciudad; el Chavo vive, prácticamente, de la caridad ajena.
La sociedad como tal no se preocupa de este grupo social desposeído, ni parece intención del guionista protestar directamente por esto y pedir reivindicaciones. El mundo exterior (la sociedad) es amenazante y la solución se da con la solidaridad interior (grupos de individuos). Desde el punto de vista político-ideológico, en apariencia, se estaría ante un programa profundamente conservador. Un programa que legitima la marginalidad, la pobreza y no propone ningún cambio.
El Chavo no tiene historia. No tiene nostalgia de pasado ni grandes proyectos de futuro. El Chavo vide del detalle cotidiano, sus preocupaciones marcan la sobrevivencia. Y quienes leen (ven) el programa desde una perspectiva política se pueden preguntar: ¿Cuál es la esperanza de integración de estos personajes al mundo externo, a la sociedad?

Una ruptura de la lógica convencional: la ambiguedad

3.1. ¿Niños-adultos o adultos-niños?
La jerarquía de generaciones se rompe en El Chavo del Ocho. El escogimiento de adultos (incluso avejentados como en el caso del protagonista) para representar personajes niños quiebra la lógica y mantiene la ambigí¼edad: la imagen física de Quico, Ñoño, la Chilindrina, la Popis, el Chavo… es la de personas adultas, pero tanto social como sicológicamente representan niños. Los otros personajes los asumen como escolares: los regañan y los protegen.
Cada uno de estos personajes se viste con ropa infantil, sobre todo las niñas, Quico y Ñoño. El Chavo, por ser tan pobre, usa una ropa menos “aniñada”, pero a la vez más cantinflesca… La Chilindrina está cambiando los dientes, usa colas de caballo, calzones “bombachos” y le resaltan las pecas. Quico y Ñoño se ven ridículos con sus grandes piernas apenas cubiertas por un pantalón corto y zapatos escolares.
La manera de hablar casi siempre acompañada de gestos reiterativos y frases hechas, enfatiza en su calidad de infantes, pero lo hace burlándose de “aquello que algunos adultos creen que son los niños”, de los “estereotipos” y prejuicios que se tienen sobre ellos, de su “falsa” ineficiencia e inutilidad… Más que niños son caricaturas de niños.
El planteamiento no se reduce a estos rasgos externos: esos niños son audaces, astutos, inteligentes, simpáticos, afectivos. Lloran y ríen, pelean y perdonan, crean y luchan por obtener lo que necesitan, pero también son capaces de ceder y dar.
Los adultos (Doña Florinda, Don Ramón, El profesor Jirafales, Doña Cleotilde, Jaimito, el señor Barriga, Doña Nieves…), por su parte, tampoco escapan de la ambigí¼edad: tienen figura y socialmente se les considera personas mayores y sin embargo, a menudo se comportan como niños -como estereotipos de niños-: hace gestos, pelean, gritan, juegan, son torpes…
Esta actitud muchas veces “infantil” de parte de los adultos, la figura adulta de los niños y las actitudes contradictorias de ambas “edades” rompen la lógica establecida.
Además, si se toma la relación clásica entre generaciones, habría que señalar que, a cada momento, existe un intento por subvertir la autoridad, el poder de los “grandes” quienes se muestran débiles e incapaces de resolver los detalles cotidianos más elementales. La sabiduría popular termina por ayudarles a sobrevivir en colaboración, pero con roles etarios (diferencias de edad) no muy marcados.
3.2. Los roles sexuales: ¿funciones compartidas?
Otro aspecto interesante es el de los sexos. Hombres y mujeres conviven sin que se perciba, verdaderamente, una diferenciación de roles. Existe una burla hacia el instaurado “machismo” mexicano y hacia la pretendida fragilidad femenina. La debilidad del hombre (y de la mujer fuerte como doña Florinda) se muestra en lo sentimental (los hombres son tan emotivos… como las mujeres…).
Las carencias (carencia del otro en la familia) obliga a asumir los trabajos o las iniciativas de manera indiferenciada: don Ramón hace labores de ama de casa. Doña Florinda asume el rol de “cabeza” de familia. Doña Cleotilde y la Chilindrina toan la iniciativa amorosa frente a don Ramón y el Chavo.
No se puede hablar de una “inversión” de roles, lo que marcaría, otra vez, un sentido social maniqueo, sino, mas bien, de una ambigí¼edad. Se rompe de nuevo la jerarquía, esta vez del poder que ejercen los varones sobre las mujeres, y se hace jugando con los estereotipos.
3.3. Los buenos no siempre son bellos: ¿no creen?
Diferente a los héroes simbólicos que unen a su bondad, la verdad y la belleza, los personajes de El Chavo del Ocho son más bien desagradables a la vista. Representan seres de carne y hueso a los que las condiciones sociales no les permiten usar ropas finas y elegantes para “mejorar” su aspecto físico y, en general, caracterizan tipos humanos desfavorecidos por la naturaleza: o son débiles, de poca estatura, encorvados y feos o tienen exceso pelo y de arrugas.
A la Chilindrina le faltan dientes y le sobran pecas. Los cachetes inflados de Quico son tan característicos como la “panza” del señor Barriga o la estatura -sobresaliente para el medio- del profesor Jirafales.
Los gestos exagerados contribuyen a volver más “caricaturescos” a los personajes, pero las miradas tristes y preguntonas del Chavo, las risas pícaras de la Chilindrina, el asombro de don Ramón, la expresión de doña Florinda y el profesor Jirafales tornan más cálido el ambiente.
Convivir con ellos diariamente no hace a los personajes de la serie más hermosos, sin embargo, es indudable que, con el tiempo, los receptores -sobre todo infantiles- los encuentran más graciosos, más simpáticos y más humanos.
3.4. Un mundo solitario no-maniqueo: valoración ética y social.
Existe, desde luego, una diferencia social entre los personajes de El Chavo del Ocho; en la barriada se juntan una pensionada venida a menos de su vejez, una familia que pierde estatus económico al morir el padre, un desempleado eterno y un niño abandonado. Sus aspiraciones sociales son diferentes pero, en medio de la marginalidad, también sus posibilidades reales. En el mismo espacio, unos viven mejor que los otros.
Los personajes que vienen del exterior no actúan como una amenaza real para el medio: tanto intelectual (el profesor) como el propietario penetran en el ambiente como algo positivo, parecen querer abrir la esperanza a un mundo mejor, donde los unos piensen y se preocupen por los otros.
Y vale la pena preguntarse: ¿Por qué insistir siempre en que el que posee (es dueño, tiene el poder) no tiene remedio?, ¿Por qué no abrir la esperanza a un cambio en el ser humano?, ¿Por qué no privilegiar la posibilidad de ser solidarios, sobre el canibalismo?.
El problema es un problema del Estado, de la sociedad, eso es innegable. Sin embargo, ¿no será importante insistir, también, en un cambio de la persona? ¿Cambiarían realmente las relaciones sociales si el hombre sigue pensando solamente en su beneficio particular…? ¿Si el hombre, cuando llega al poder, pisotea las ideas más sublimes en nombre de sus intereses individuales? (y sino que lo nieguen los últimos acontecimientos en la Europa socialista…)
El mundo que presenta El Chavo del Ocho es un mundo solidario no-maniqueo, los personajes no son unos héroes y otros anti-héroes, unos buenos y los demás malos, no representan unos lo positivo y otros lo negativo.
Los personajes son personas un poco extrañas, quizás poco convencionales. Son seres humanos que actúan mejor o peor según las circunstancias y aunque la sociedad no los favorece, representan esencialmente lo positivo.
Si usted le pregunta a un televidente quienes son los buenos y quienes los malos de la serie no podrá contestarle, si acaso le dirá que son unos pobres hombres, unos pachucos, unos tipos raros o medio locos o, tal vez, haga referencia a ciertas acciones o actitudes particulares y las califique, mas no podrá hacer una valoración ética radical de los personajes, como en otros programas. También desde esta perspectiva la ambigí¼edad se mantiene.

La pulsión atraviesa lo establecido: El humor.

La tragedia pintada en el gesto de la cara, la contracción de los cuerpos, los movimientos desacompasados se resuelven en acciones chistosas, en palabras cómicas.
Los personajes son tragi-cómicos. No solo por su físico y su indumentaria sino por su personalidad, sus reacciones y el resultado de las acciones que emprenden o a las que se ven enfrentados.
Lo serio sustituye a lo cómico y viceversa. Unos sonríe por lo que sabe que inminentemente va a suceder, lo previsible (frases hechas, acciones estereotipadas de los personajes), pero suelta la carcajada ante lo imprevisto, ante lo espontáneo y poco usual. Se juega entonces con lo que se espera y sucede y con la sorpresa.
La torpeza física o intelectual de los personajes es otra de las estrategias que se utilizan para romper el hilo conductor y provocar la risa. Esta tensión existente entre lo probable y el quiebre permite que no se caiga en la monotonía y la rutina, mantiene la atención y cierta curiosidad en el teleespectador.
El juego se da no solo a nivel de las acciones reiteradas o sorpresivas, de los movimientos desacompasados e imprevisibles, de la temática a veces truculenta e hiperbólica. Se da, y quizás predominantemente, en el lenguaje.
Los nombres siempre son significativos y se burlan o representan alguna característica de sus dueños: ¿Cómo no imaginar gordo al señor Barriga, alto al profesor Jirafales, bulliciosa a doña Florinda o misteriosa a la bruja del 71, joven al Chavo, faldero a Quico, tontoneco a Ñoño, frágil a Jaimito, de cabeza cana a doña Nieves o creída a la Popis?
Es curioso el atractivo que tienen para Chespirito las palabras que se inician con la única letra combinada del abecedario: la ch. La chiripiorca, el chipote chillón, el chusma-chusma, … la Chilindrina, el Chavo, la Chimoltrufia, el Chómpiras, Chaparrón, el Chapulín Colorado…
La caricatura de niños-adultos y adultos-niños se fortalece con un lenguaje estereotipado, lleno de frases hechas, enumeraciones y repeticiones, a las que acompañan ruidos diferentes, y sobre todo, gestos particulares.
La hipérbole esta a la orden del programa: las risas escandalosas y peculiares ceden su lugar a fuertes chillidos y llantos representativos. Las expresiones de alegría, tristeza, desesperación, cólera, imposición… siempre van acompañados de carcajadas, lloros o gestos reiterados.
Las emociones se caracterizan con gestos y frases hechas que llegan a identificar a los personajes y son esperadas ante situaciones concretas. Baste recordar la colérica reacción de la Chilindrina y su llanto escandaloso cada vez que la contradicen o la molestan; los mofletudos cachetes de Quico y su eterna suplica al Chavo “cállate, cállate, que me desesperas”. El ofrecimiento eterno de una tacita de café de doña Florinda y su no te juntes con esa chusma El “compermisito dijo Monchito” de don Ramón… o el “no le gustaría un regalito” de la bruja del 71.
El Chavo, por su parte, también gesticula de manera exagerada: salta, respira con dificultad, se pone ansioso, le da la garrotera, se queja tristemente porque no le tienen paciencia y se disculpa con su ya famoso se me chispoteó o fue sin querer queriendo.
Esta última frase condensa toda la ambigí¼edad lingí¼ística que tan a menudo aparece en el programa: el si-no, la contradicción, lo que es y al mismo tiempo. Don Ramón cuando se enfurece tira la gorra al suelo y la patea como un niño malcriado; Jaimito, siempre cansado, carga la bicicleta ya que no sabe usarla y los clientes tienen que buscar sus cartas porque el cartero necesita evitar la fatiga.
Tragedia y comedia se complementan o mas bien son al mismo tiempo, no como dos polos de una misa realidad, sino como el instante de la realidad misma.
El Chavo del 8 es uno de los programas que mas crítica y poca atención recibe de los adultos, quienes lo consideran tonto, de mal gusto, conservador y perjudicial para sus hijos, puesto que les enseña a ser malcriados y respondones.
Todo lo contrario sucede con los niños, con esas personitas que viven intensamente las emociones y son capaces de sentir, soñar, percibir lo que va más allá de la apariencia, del discurso estereotipado, de la autoridad impuesta, de lo establecido… Como se demuestra en diferentes investigaciones sobre la recepción: es su programa favorito.
Los niños critican verbalmente a los personajes y las acciones de la serie como los adultos se lo indican, pero los aman, se identifican con ellos y los imitan porque les abre la posibilidad de un mundo diferente: un mundo sin adultos autoritarios todopoderosos; un mundo de travesuras; una realidad llena de conflictos que pueden solucionarse con solidaridad, donde los torpes y débiles encuentran la forma de sobrevivir. Un mundo que permite la trasgresión, la agresividad sin consecuencias dañinas, un mundo trágico donde se es capaz de sonreír…
Este comentario se inspira en la excelente tesis de Isaura Lobo, Marcela Padilla y Jaime Robert: La influencia de la televisión en la conformación de una visión de mundo en niños en edad preescolar. Pero sobre todo se inspira en las discusiones sobre la lectura de la serie: la de ellos privilegiando lo político, ideológico y la racionalidad de lo simbólico (lógica 0-1), la mía privilegiando la ambigí¼edad, lo pulsional, lo semiótico (lógica 0-2). Si se interesan en el tema y en los niños, no dejen de leer ese magnifico trabajo de los compañeros. 2- La teoría del texto de Julia Kristeva plantea como el proceso de la significancia se construye en un dialogo y lucha permanente entre lo simbólico (la estructura, el sistema, lo establecido, la ley, el orden…) y lo semiótico.
 Descarta reencuentro con “El Chavo”
María Antonieta de las Nieves, mejor conocida como “La Chilindrina”, rechazó la posibilidad de que exista un reencuentro con sus ex compañeros del programa El Chavo del 8.

En declaraciones a la prensa, al término de su participación en el segmento infantil del Teletón, “La Chilindrina” comentó que existen pocas posibilidades de que sus ex compañeros y ella pudieran trabajar juntos, pues cada uno ha tomado rumbos diferentes.
“Chespirito no quiere un reencuentro porque dice que esa época ya pasó y que prefiere que nos siga recordando el público como actualmente nos ve en el programa”, puntualizó la actriz.
Agregó que también sería un poco complicado una reunión de ese tipo, debido a que muchos de sus compañeros han fallecido y otros viven en otras partes del mundo; sin embargo, ella sigue guardando buenos recuerdos. Aseguró que ha pesar de los distanciamientos que han enfrentado por malos entendidos siguen siendo una gran familia que se quiere y estima.
Mencionó que ella y Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, tienen alrededor de dos años que no se ven, pero el cariño existe e incluso, ella ha platicado con Roberto Gómez Fernández para hacer algunos trabajos juntos que aún no han cristalizado.
Aunque la intención de la actriz no era hablar de cosas personales, comentó que se encuentra orgullosa de dar vida a un personaje como, “La Chilindrina” que ha trascendido en varias latitudes y que ha podido llevar el mensaje de unión a través de proyectos como el Teletón.




No hay comentarios: