Después de salto:
Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, nació el 21 de Febrero de 1929 en la ciudad de México, D.F.. Hijo de Elsa Bolaños y de Francisco Gómez Linares, un pintor y dibujante de varios diarios y revistas de la época como “El Universal Ilustrado” y “Continental”.
Chespirito es una versión castellana de Shakespeare. Este apodo se lo puso el director de cine Agustín Delgado, quién consideraba a Gómez Bolaños un pequeño Shakespeare (por su metro sesenta de estatura).
Estudio Ingeniería pero nunca ejerció. Abandonó un trabajo relacionado con su profesión, en el cual calculaba estructuras, y se presentó por medio de un aviso en el diario de una agencia de publicidad D´Arcy. Cuando vieron que tenía mucha facilidad para el humor le encargaron escribir para varios comediantes.
Su carrera de guionista fue más que intensa, escribiendo para radio, cine y luego televisión. Durante 10 años fue libretista para los dos programas de radio que se disputaban el primer lugar de audiencia: Cómicos y Canciones y El estudio de Pedro Vargas. Más tarde le proponen llevar a la televisión el programa de radio de Viruta y Capulina, que también escribía. Siendo éste un éxito rotundo.
A fines de 1968, lo contrata la producción de un nuevo canal que se inauguraba, Canal 8.
En él disponía de dos espacios de diez minutos en un programa que duraba dos horas los sábados por la tarde.
Así nacieron sketches como “El Ciudadano Gómez” y “Los Supergenios de la Mesa Cuadrada”, una sátira de las mesas redondas donde Chespirito interpretaba al Doctor Chapatín, su primer personaje popular y el nacimiento de su carrera de actor. Este viejito tierno, coqueto y disparatado fue el que abrió las puertas para que la televisora en el año 1970 le extendiera su espacio en la transmisión a una hora, los lunes a las 20 horas. Esta serie se llamó Chespirito. Ahí pudo desarrollar un personaje que fue rechazado por varios comediantes, “El Chapulín Colorado”, un auténtico superhéroe, que utilizando como armas “El Chipote Chillón” o “La Chicharra Paralizadora” logra enfrentar al enemigo a pesar de carecer de cualidades físicas.
Un año después nace “El Chavo del 8″, un niño huérfano de ocho años que vive en el patio trasero de la vecindad. Un personaje lleno de ilusiones, puede improvisar con una caja de zapatos un enorme camión, hacer equilibrio con un palo de escoba o cazar chirindolfos (son unos animales que sólo existen en su imaginación) con su “resortera”.
Ambos personajes tuvieron tal arraigo en el público, que el canal decidió otorgarles un día especial para cada uno en horario central. Sin duda fueron los personajes que le dieron más popularidad y su tarjeta de presentación en todo el mundo.
El año 1978, fue de grandes alegrías para él y para nosotros.
Después de filmar en México El Chanfle, la película que rompió todas las marcas de audiencia establecidas hasta ese momento en su país, la Argentina le abría sus puertas. No sólo en lo profesional, 16 Luna Parks en su historia, sino también en lo personal, finalmente pudo conocer a uno de sus ídolos, Don Luis Sandrini.
Actualmente las series se siguen emitiendo en toda América Latina y España, pero también se ha doblado a otros idiomas para más de diez países, como Brasil, Rusia y Angola. El fenómeno trascendió cualquier límite, quizás por esa razón Homero Simpson tiene como uno de sus personajes favoritos el Chapulín Colorado.
Existen muchos récords en el haber de Chespirito, pero el más valioso es el que le otorgan todos los que lo conocen, público, familiares y amigos: es un “buen hombre”.
Cuando confirmamos día y hora para hacerle esta nota, por fin comprendimos lo que sentía el Chavo del Ocho cuando le regalaban una “torta de jamón”. Chespirito y su esposa Florinda Meza, son dos personas tan sensibles y encantadoras que uno se quedaría horas y horas “platicando”. Aunque durante el transcurso de la entrevista nunca nos dejaron de temblar las piernas. Es que son 22 años de admiración, 22 años soñando con poder hablar alguna vez con el Chapulín Colorado, el Chompitas o el Dr. Chapatin. Un sueño que se cumplió en estas páginas.
A todo niño le gustaría vivir en una juguetería
Sr. Roberto, en primer lugar, siempre nos interesa saber cómo fue la infancia de los personajes populares que queremos ¿Qué recuerdos tiene de cuando era chico?
Bueno, creo que tuve una infancia preciosa. Yo quedé huérfano de padre muy niño, a los 6 años. Era el segundo de tres hermanos, varones los tres y mi papá no dejó más que deudas, no dejó nada. Pero tuve una mamá extraordinaria, fuera de serie, que trabajó, que nos envió a buenos colegios. Nunca nos faltó lo esencial. Jamás tuve una bicicleta o un trencito eléctrico, pero nunca me faltó una pelota. Y esto aunado a los buenos tiempos que se han vivido en un barrio muy democrático, donde nos juntábamos nosotros que éramos clase media, con ricos y con pobres muy democráticamente, entonces fui muy feliz. Creo que tuve una infancia preciosa.
Hemos leído el libro que Usted escribió, el Diario del Chavo del Ocho, y queríamos saber si la historia del Chavo tiene algo de autobiográfico…
No, no. Yo tenía algunas características o el Chavo algunas mías, pero de ninguna manera autobiográfica. Mi nivel socio-económico era superior a eso. Clase media. Pero si nos mezclábamos con amigos de ese nivel, de todos los niveles, y si fui testigo de muchos Chavos. Pero el personaje, como todos mis personajes, era amalgama de mucha gente y de mucha imaginación.
¿Qué soñaba ser Usted, cuando fuera grande?
Bueno, de niño y de joven, yo tenía dos ambiciones: una ser futbolista, y la sigo teniendo, pero ya no puedo. La otra, quería yo ser ingeniero, inclusive estudié hasta el segundo año en la Facultad de Ingeniería en la Universidad de México. Me gustaban las matemáticas y me siguen gustando aunque olvidé las matemáticas superiores: el cálculo integral, diferencial, etc. Pero otras cosas las recuerdo y me gustan. Esas eran mis ambiciones.
Usted comentó que estaba viviendo un tiempo con un tío que era ingeniero, ¿eso puede ser que lo haya inducido a seguir la carrera de ingeniero?
Sí, como no. Yo viví con él, con ese tío. El tenía un taller personal muy bonito y yo le ayudaba. Ayudaba, es un decir, porque lo que hacía era pasarle las pinzas. Una vez mi tío fabricó una locomotora de vapor a escala pequeñita y pensé que esa sería mi carrera: hacer juguetes. Fue una de las formas en las que me influyó.
Finalmente Usted nos hizo jugar, en vez de con juguetes, con programas de televisión. Lo transformó en otra cosa.
Pues, muchas gracias, ojalá haya sido útil en ese sentido.
¿Cómo nace Chespirito?
Artísticamente yo soy, de manera cronológica y de manera de importancia también, primero escritor. Yo empecé como escritor en una agencia de publicidad donde escribía yo de todo, tanto la parte comercial, como la parte artística de programas de radio y televisión. Y tiempo después empecé a actuar, primero casualmente, ya muy grande además, y bueno me fui convirtiendo hasta que me dieron alguna oportunidad, primero forzada y luego ya intencional. Y ahí siguió todo.
Primero empezó trabajando en radio. Escribiendo para radio, ¿no es así?
Sí, empecé escribiendo para radio, y ya había desde luego televisión, pero de todas maneras intervine un tiempo después en la televisión.
¿Cómo empieza en la televisión de México?
Yo escribía la parte artística y, repito, la comercial también, primero a una pareja de comediantes mexicanos: Viruta y Capulina, en radio, ellos habían empezado en radio, y cuando empecé a escribirlo yo mejoró mucho el rating, llegó al primer lugar, y les dieron un programa de televisión. Entonces ahí empecé a escribir en televisión también. Durante mucho tiempo escribí libretos, casi siempre –en un noventa y cinco por ciento- humorísticos, a muchos comediantes.
¿Y cómo se le dio la oportunidad de escribirse sus propios personajes, su primer propio personaje?
Bueno, había un productor en México, Sergio Peña, cubano, pero radicado en México desde hacía mucho, que tenía mucha fe en mí, y cuando le tocó hacer un programa que duraba todo el sábado me dijo: “te voy a dar dos o tres intervenciones de ocho a diez minutos para que hagas lo que quieras”. Y fue la gran oportunidad, porque los aproveché, hice cosas que gustaron y me dieron un programa luego ya para mí.
¿En qué se basaba para crear un personaje?
Pues en muchas cosas… Primero, en que tuviera personalidad y que esta personalidad se pudiera aplicar de alguna manera con humor y luego, pues, los elementos de personalidad van añadiéndose, van poco a poco.
Pero lo más importante era que tuviera esa condición, que fuera material dúctil para el humorismo.
Y además con sus personajes reflejaba lo que era la cultura mexicana. ¿Se considera un embajador de la cultura mexicana?
Pues, no estoy seguro. Si es así qué bueno. Pero yo intenté, de cualquier manera, ser un poco más internacional de lo que habíamos sido por regla general en México. Todo el mundo es muy nacional. Y cuando se supera esa barrera se trasciende un poco más.
Por lo que estamos viendo nosotros, aquí en Argentina se sigue emitiendo su programa en el canal más popular de aire y con mucha audiencia. Y también se lo emite por cable… ¿en México tiene la misma repercusión que acá?
Aquí, no había antes, en la capital de México, repeticiones de mis programas. En otras partes de la república sí, pero en México D.F. no. Hace poco que comenzó a repetirse, pues, con un éxito enorme e inesperado. Yo ya tenía la referencia, la primera, precisamente era de Argentina. En el ´78 fuimos con mi grupo para dar cinco días de funciones en el Luna Park, y la gente les decía a los empresarios: “¡Están locos, se creen que son Monzón!”, en esa época era el único que podía llenar ese estadio. Nos habían contratado para cinco y finalmente dimos siete días a lleno total. Regresé a Buenos Aires como ocho o nueve años después, porque habían repuesto el programa y de nuevo lo mismo. Otra vez el éxito había sido muy grande. Y entonces superamos nuestro propio récord en el Luna Park: fueron nueve días consecutivos. Después, ya sin el grupo, pues no lo tenía yo reunido, pero regresé bastantes años después a un programa que me invitó Susana Jiménez. Y el programa seguía siendo tan exitoso. Entonces mi primera referencia de ese reciclaje que me favorecía fue Argentina, precisamente.
Con respecto a su elenco, que por lo que vemos en sus programas era un grupo muy unido, ¿cómo fue que formó ese equipo de trabajo?
Poco a poco, y desde luego, es, quizás, uno de los factores de los que puedo y debo presumir, porque me di el lujo, la satisfacción, de conseguir a los mejores actores para cada uno de los personajes, y luego crear otros personajes para ellos mismos. Yo evité el prejuicio de algunos, sobre todo en comedia, que tienen miedo que el de junto se luzca más. Yo no, yo quería que se lucieran todos. El que no se luciera sería el que me habría estorbado.
Fue poco a poco, los fui integrando. El primerito que conocí, por medio de aquel productor méxico-cubano, cubano-mexicano, era amigo de él, era Rubén Aguirre. Y luego, casi inmediatamente, se integró Ramón Valdés. Lo conocía porque habíamos trabajado juntos en una película haciendo, los dos, un papelito pequeño y me había matado de risa, entre paréntesis. Ramón ha sido uno de mis comediantes favoritos. Poca gente me ha hecho reír como él.
Después había una muchacha que duró muy poquito tiempo, se fue, y en su lugar entró Maria Antonieta de las Nieves. Luego ya tuvimos el programa y entonces se fueron integrando Florinda Meza –Dios la bendiga-, entraron Edgar Vivar, Angelines Fernández, Carlos Villagrán, mi hermano Horacio, que en paz descanse y después el Chato Padilla. Los fui integrando poco a poco a todos, pero repito, seleccionando a los mejores, y con la bendita coincidencia de que cada uno tenía una personalidad, tanto anímica como física, que los distinguía totalmente. No hay dos que se parezcan en ese grupo. Yo creo que si no es imposible, al menos es muy difícil que vuelva a reunirse, a integrarse un grupo como ese. Tan valioso.
¿Su relación con ellos se mantiene, es decir, se sigue viendo con algunos de ellos?
Sí, desde luego con diferente frecuencia, digamos. Al que no he visto desde que se fue, hace muchísimo, hace más de veinte años, es a Carlos Villagrán.
El estuvo en Argentina el año pasado, con el circo, haciendo su personaje, Quico.
Sí, a veces nos llegan noticias. Desde luego e personaje es creación mía. No debería usarlo, pero si lo hace no me muero, ni me pasa nada. Y si a él le va bien, pues qué bueno. Todos los demás tienen mi autorización y porque además hacen espectáculos dignos. María Antonieta de las Nieves como la Chilindrina, el Profesor Jirafales, Ñoño, todos ellos tienen mi autorización. Carlos Villagrán no, pero no me hace ningún daño. Entonces si le aprovecha, pues que le aproveche. Es al único que no he visto más. A la que más veo, afortunadamente, es a Florinda Meza, que es mi mujer.
¿Usted volvería a trabajar con su elenco de El Chavo, Quico incluido?
No, yo creo que no. El hacía un papel muy bueno, muy chistoso, pero se limitó solamente a ese personaje y como yo no voy a hacer nunca más El Chavo, hace mucho que decidí eso, pues entonces ya no habría ninguna oportunidad de que trabajáramos juntos.
El último día que nos vimos con Carlos fuimos a comer, se despedía, y me pidió consejos, y uno de los que le di fue: “No hagas, únicamente, un personaje así, inflando los cachetes porque no conviene. Está muy bien la dosis que entraba en el programa, pero no hay que exagerar”. Creo que no me hizo caso y siguió haciendo nada más que Quico. Pero no me consta y no tengo, repito, ningún rencor con nadie.
Otros personajes se fueron y regresaron. María Antonieta de las Nieves se fue del programa y luego regresó. Rubén Aguirre se fue del programa y regresó. Ramón Valdés se fue del programa y regresó, y luego desgraciadamente falleció. Otros más fueron falleciendo y ya no hay ninguna oportunidad de repetir algo de El Chavo, pero esto no lo digo ahora, sino que ya hace cinco o seis años que lo decidí. Quedó en la historia, es un precioso pasado cuyos recuerdos no debe uno ensuciar.
Señor Roberto, ¿cuál fue de todos los personajes el que más le gustó interpretar?
Bueno, para interpretarlo, el que más me ha gustado ha sido El Chómpiras, con la Chimoltrufia, el Botija, es delicioso hacer ese personaje, y tener a la Chimoltrufia junto, o a Rubén Aguirre como policía, era sensacional. Yo creo que, en realidad, mis mejores libretos han sido esos. Pero me sentía también muy a gusto como Chapulín Colorado, porque me parezco a él en el sentido de que soy hábil y ágil cuando pongo atención, o cuando quiero hacerlo, y torpe cuando no lo hago, cuando no pongo atención, me golpeo, me caigo. Y soy como el Chapulín Colorado, le tengo miedo a todo pero me enfrento a todo, soy valiente en realidad.
La caracterización del Chapulín, la ropa, las antenitas, el Chipote Chillón ¿todo fue creación suya?
Sí, así es. Bueno, el tema cerraba un propósito, el de satirizar a todos esos Supermanes y Batmans que había por ahí, pero precisamente, con características opuestas. En vez de ser todopoderoso como Batman o Superman, el Chapulín Colorado era débil, torpe y miedoso. Entonces, las antenitas son las características de un insecto, que es lo que es el Chapulín, una langosta. La palabra Chapulín proviene del idioma de los aztecas. Entonces, era un insecto, y un insecto es lo más débil. Por lo menos de a uno solito, en bolas son tremendos (risas). Pero uno solo no. Entonces todo eso le daba esas características. Como arma, el chipote chillón… es un juguete! No llega a hacer el menor daño, no mata, desde luego, jamás a nadie, ni siquiera abre heridas. Pues todas esas características lo involucraban. Lo único que fue un poco casual fue el color del uniforme, yo quería comprar mallas de bailes, pero habían rojas, blancas, negras y azules solamente. Las blancas, eran de un color muy problemático en la televisión, el negro es fúnebre, el azul coincidía con el color que usábamos en el chroma key para los trucos, quedaba nada más el rojo. Por eso le puse Colorado, para justificar el uniforme. No tenía ninguna intención política ni mucho menos, y qué bueno, además me sirvió de apellido, porque yo había pensado “El Chapulín Justiciero”, y luego dije: qué bueno que no le puse ese nombre porque justiciero me sonaba a moralina o algo así, y entonces que bueno que quedó Colorado.
¿Conserva algún objeto de los que usaba en el programa?. ¿Por ejemplo la ropa de algún personaje?
La ropa sí, toda. Incluido El Chipote Chillón. Los otros elementos como el barril, pues no. Fueron muchos además.
¿Por qué no llevó ninguno de sus personajes de la televisión al cine?
Porque no era adecuado. Para comenzar, imagínese al Chavo del tamaño de la pantalla de cine. Yo nunca pretendí que la gente creyera que era un niño, sino que aceptaran que era un adulto interpretando a un niño, y lo conseguí, por supuesto. Pero esa cara del Chavo en una pantallota grande ¡que horrible!.
Además todo el contexto que lo encerraba, el lugar, aunque salía de vez en cuando de esa vecindad o conventillo, como la llaman por allá ustedes.
Pero era muy de vez en cuando, entonces no quedaba eso en el cine. Inclusive una vez estaba yo grabando otra cosa y me dijeron: te hablan desde Brasil. ¿Quién me habla? Era Pelé ¡Mi ídolo! Entonces fui, cogí el teléfono, y lo que quería hacer era une película conmigo. Yo estaba dispuesto, por supuesto, pero él quería que fuera con el Chavo, y le dije “No, con el Chavo, no”. Con cualquier otra cosa, inclusive el fútbol, porque hice películas de fútbol, El Chanfle, pero con el Chavo no. Creo que no desperdicié la oportunidad, estoy seguro que hice bien en no llevar nunca a la pantalla eso.
Al Chapulín podría haberlo llevado, pero si en televisión los trucos se llevaban a cabo con cierta facilidad, no tanta como la que hay ahora, pensé que en cine eso habría sido carísimo, y en México no somos Hollywood como para invertir. Además me salió bien, porque cuando hice películas con otros personajes la gente fue a verlas y rompí récords de taquilla. Lo cual no ha sucedido con otros actores de televisión que han hecho cine, hacen una película y a la segunda ya nadie va, porque dicen eso lo veo en televisión.
¿Actualmente ve sus programas?
Sí, ahora sí. No diario, ni mucho menos, pero cuando puedo los veo y me divierto, porque se me han olvidado muchas de las cosas, entonces a mí mismo me sorprenden.
En su tiempo libre, cuando no escribe o no hace teatro, ¿Qué le gusta hacer?
Por regla general, ver fútbol es mi gran diversión. Se me ha ido bajando un poquito, por el cambio que ha tenido el fútbol en todo el mundo que no me ha gustado. Hace poco me preguntaba alguien: ¿Crees que son honrados los árbitros? Yo respondí que pensaba que la mayoría sí, que lo son, que hay muchos ineptos, pero que son honrados. Pero en cambio dije, y molestó a mucha gente pero ni modo, que no creo que haya un solo jugador honesto en todo el mundo. ¿Qué drástico, verdad? Así es, no hay quien no se eche un clavado en el área para buscar un penalti, o que se queje, o que trate de engañar al árbitro y a todo el mundo. No hay un jugador honesto. Y ese fútbol no se usaba antes, ya no hay jugador que no use las manos y antes no se usaban, las usaba el portero únicamente, el guardameta. Pero ahora las usan todos y ya me está dejando de gustar un poquito. Pero todavía lo veo. Soy del América.
Juego dominó, cuando puedo, y veo otras cosas de televisión. A veces noticiarios, pues no queda otro remedio. Se pone uno a temblar porque en todo el mundo las noticias son fatales, pero hay que estar al día de todas maneras. Y sobre todo, mi mujer y yo, compartimos el gusto de ver, con frecuencia, documentales.
Nos gustaría saber qué recuerdo guarda de Argentina.
Maravilloso, es un recuerdo hermosísimo. El público ha sido increíblemente cariñoso, atento con nosotros. Quizás nosotros conocemos más ciudades de Argentina que muchos argentinos. Bueno, no conoces, hemos estado ahí. Pero hemos estado en once ciudades de Argentina. Por todos lados la recepción fue excelente. Tanto, lo mencionaba yo, en el Luna Park como en el campo de Estudiantes, en el campo de fútbol de Estudiantes, al reventarse ese campo tan grande. O en el estadio de Mendoza, que ahí no tenían primera división, pero es precioso, una joyita de bonito. Y en todos lados la gente nos ha recibido bellísimamente. Entonces nuestro recuerdo es por todos lados delicioso acerca de Argentina.
El trato, y el recuerdo de todo lo que ha sido Argentina nos enloquecen.
Los que estamos acá estuvimos en la cancha de Estudiantes, y no nos vamos a olvidar nunca de la vuelta Olímpica que Usted dio al finalizar el show, por el recuerdo de todo lo que lloramos ese día.
Ay, que bien! Pues sí, allí se dio eso con el público y la emoción para mí fue enorme. Qué bueno que estuvieron allí de testigos, entonces ya lo saben, ya no tengo que contarles.
Bueno Señor Roberto, muchísimas gracias por tanta alegría que nunca olvidaremos. Lo esperamos muy pronto en la Argentina, y lo despedimos con una frase inolvidable para todos los que crecimos con El Chavo: “Decir adiós sería tonto, un hasta pronto sólo será…”
Ah bueno… Muchas gracias, son ustedes muy amables. Los saludo con todo mi cariño y les deseo lo mejor del mundo. Gracias…
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