viernes, 24 de mayo de 2013

Chespirito cumple 75 sin querer queriendo 2004

Después de salto:

Ahora que celebra 75 años “sin querer queriendo”, la salud de Roberto Gómez Bolaños ya no es igual, y prefiere “evitar la fatiga” de salir de casa para disfrutar los pequeños detalles como una comida con su familia, escribir y dibujar.
“Chespirito” dice que no le causa una sensación especial cumplir tres cuartos de siglo.
“Antes, cumplir 75 representaba el promedio de años al que se llegaba, pero eso está aumentando, y yo no siento que me voy a morir todavía, por lo menos hasta pasado mañana. Entonces no tiene mucha significación para mí”.
Sentado en su estudio, en cuyas paredes lucen una fotografía de Chaplin, una caricatura de Mafalda que le regaló Quino y un dibujo realizado por él, Gómez Bolaños recuerda su infancia y parte de su juventud.
El actor reconoce que eran tan constantes los pleitos y los golpes que le propinaban cuando era niño, que su mamá no lo castigaba por la impresión de verlo lastimado.
Y todo, explica, por el complejo de ser chaparro y flaco, pues tenía que demostrarle a los altos y pesados que no eran superiores a él.
“Tenía que pelear mañana, tarde y noche, no me daban miedo los golpes, sino que me dijeran: ‘te la rompieron’ porque había labrado un prestigio de bueno para los golpes”, confiesa.
Dejó de pelear en la preparatoria, recuerda, aunque no le faltaron ganas cuando, años más tarde, en Buenos Aires, tres hombres corpulentos le dijeron piropos a su esposa Florinda frente a él.
El futbol le gustó siempre, pero tampoco vio posibilidades de llegar a hacer algo importante en este deporte.
“Estuve en un equipo que ya no existe: el Marte. Estaba en la reserva especial, pero no pude con el peso. La estatura no me afectaba porque tenía mucho resorte, brincaba alto y tenía agilidad; pero el peso sí, porque me desplazaban soplándome.
“Lo dejé porque sabía que no pasaría de ese límite y ser segundón nunca me ha gustado”.

‘Tenía pocas ambiciones’

Aunque estudió ingeniería, escribir era lo que más le gustaba. Dice que su primer sueldo fue de 600 pesos, que no alcanzaba para mucho, pero con el tiempo vinieron mejores oportunidades.
Tenía un poco de experiencia con las obras que escribía y que presentaba con sus amigos en la Colonia Del Valle, pero a nivel profesional lo hizo para jingles y anuncios publicitarios, y después para programas de TV.
Pero no imaginó que con la creación de personajes como “El Chavo del Ocho”, “El Chapulín Colorado” y “El Doctor Chapatín”, entre otros, daría la vuelta al mundo.
En realidad, comenta, tenía pocas ambiciones, soñaba muy poco, y el éxito lo sorprendió.
“Nunca me imaginé el futuro así, y qué bueno, porque eso evita muchos descalabros”.
Mucho de su personalidad, dice, se reflejaba en personajes como “El Chavo”, especialmente en las pocas aspiraciones que ambos tenían.
A más de 10 años de haberse quitado el vestuario del personaje, dice que le gustaría encontrarlo, pues tiene curiosidad de saber qué fue de él.
“Debe andar con una franelita, limpiando coches. Tenía algún parecido conmigo: la falta de ambiciones desproporcionadas. Yo nunca tuve eso, y yo creo que él tampoco, se conformaba con una torta de jamón”.
Gómez Bolaños admite que con “El Chapulín Colorado” también tenía similitudes, sobre todo porque ambos son ágiles y torpes, aunque parezca contradictorio.
Lo admirable de este personaje, precisa, es que sin más armas que su “chipote chillón” se enfrentó a casi toda clase de problemas.
“‘El Chapulín’ sigue con la misma ilusión y el mismo valor de enfrentarse sin armas. Es héroe de verdad. Es chaparro, feo, débil, tonto, torpe y está consciente de todo eso, es un héroe verdadero”.

‘Me hice viejo’

Ahora, Gómez Bolaños prefiere dedicarse a escribir su autobiografía, pintar, ver documentales, reírse con el programa español de comedia Noche de Fiesta, tocar la guitarra, ver un partido de futbol y dormir una siesta después de comer.
Sobre todo, ha tratado de preservar su salud, la cual se vio mermada en diciembre del 2003 a causa de un enfisema pulmonar que hace nueve años lo obligó a dejar de fumar.
“Un miércoles por la tarde de diciembre, me hice viejo.
Estábamos en Cancún cuando me agarró todo: una bronquitis crónica, 40 de temperatura. Fue la primera vez en mi vida que me tuvieron que llevar a un hospital”.
También se le complicó una alergia y una reuma ciática que no le permitía levantarse por el dolor. Actualmente, debe tomar siete pastillas por la mañana, dice, y cinco o seis por la tarde.
“Comprendí a uno de mis personajes: ‘Jaimito el Cartero’, con eso de ‘quiero evitar la fatiga’, la fatiga es terrible. Por ejemplo, para ir a la cama, me sentaba y no tenía fuerza de subir las piernas, y eran tan fuertes”.
Y por la deficiencia de uno de sus oídos, se le complica ir al cine o al teatro para ver a su nieto, Andrés Peneya Gómez, quien actúa en “Los Miserables”.
Con el tiempo, añade, ha aprendido a apreciar más los paisajes y una buena compañía.
“Tengo ratitos de infelicidad como todo mundo, pero ratotes de felicidad que no tiene todo mundo”.

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