El programa más exitoso de la televisión mexicana está en el aire hace 35 años, a pesar de que no se graba desde hace más de una década. El actor que dio vida al inolvidable Profesor Jirafales visitará Paraná el sábado 4 de junio, para despedirse. Antes, le dijo a EL DIARIO: “Sigo trabajando para sentirme útil: saber que hago algo bueno, a pesar del paso de los años”.
Hace 40 años, Rubén Aguirre era encargado de programación de Televisa. La familia Azcárraga -históricos dueños de la cadena de televisión más importante de México- le había confiado la responsabilidad. Entre los tantos proyectos que vio por aquellos años, Aguirre se encontró con un incipiente actor llamado Roberto Gómez Bolaños, a quien quiso darle una oportunidad.
Después de varios fracasos reiterados, el pequeño autor dio con un éxito. Se llamaba Chespiroteadas, y era un micro de cinco minutos en un programa ómnibus de los sábados a la tarde.
El personaje protagónico -un antihéroe llamado Chapulín Colorado- tuvo tanto éxito que poco tiempo después le dieron su propio espacio semanal. Pero como una hora de televisión era demasiado tiempo para un solo personaje, le pidieron otro. Y así nació El Chavo. “Yo me moría por actuar y no podía. Así que le pedí a Roberto que me escribiera un personaje para una breve participación que se grabara los domingos, fuera del horario de oficina. Me ofreció el maestro de la vecindad, el que me dio de comer durante los siguientes cuarenta años”, cuenta con nostalgia y agradecimiento, don Rubén Aguirre en el hall del Hotel Bauen de Buenos Aires, donde recibió a EL DIARIO.
Aunque ha transcurrido mucho tiempo desde que abandonó los sets de televisión y su figura no es la misma, en la voz, en los gestos y en los rasgos se descubre naturalmente, al personaje.
¿Qué ha significado para Ud. el Profesor Jirafales?
Pues todo. Porque aunque la gente no me llame por mi nombre saben quién soy gracias al personaje. En este reencuentro con la Argentina, inclusive, estoy sorprendido por la reacción de la gente. No me esperaba este recibimiento. Afortunadamente, uno se da cuenta que ha tenido trascendencia lo que hicimos. Que no fue en vano pasar 30 y tantos años encerrados en un estudio, estudiando libretos, repasando y corrigiendo.
Y disfrutando también…
Por supuesto. Para empezar, porque es lo que nos ha dado de comer a todos. Y, además, hubo muchos reconocimientos en todo el mundo. Son cosas que nos llenan de orgullo y nos suben la autoestima.
¿Cuál cree Ud. que fue el mérito de El Chavo?
Pues, fueron varios. El primero de todos: el talento de Roberto Gómez Bolaños de haber creado estos personajes en libretos tan específicos que hicieron que la gente se lo creyera. Y eso que éramos un grupo muy heterogéneo e insólito. í‰ramos adultos muy distintos: uno muy alto, otro muy bajito, uno muy gordo, otro muy flaquito, todos haciendo la caricatura de un niño, un profesor, una vecina. Nadie, ni siquiera un chico, creyó alguna vez que se trataba de chicos de verdad. Y sin embargo, aplaudían y reían con ellos…
Y ocurrió en todo el mundo…
En 84 países, El Chavo fue un suceso, incluyendo Rusia, Corea, Africa del Norte, Arabia y la Argentina
Qué notable es que se sigan viendo los mismos capítulos siempre, y con el mismo éxito…
En los niños ese es un fenómeno casi natural. Fíjate que antes de El Chavo del 8, veían una caricatura cualquiera y sabían lo que iba a pasar y se divertían una y otra vez con lo mismo… Ocurre también ahora.
¿Han cambiado los chicos ayer y hoy?
Creo que no. El programa se hizo hace 35 años, cuando mis hijos eran chicos y se divertían mucho. Ahora veo a mis nietos y les pasa lo mismo. Pero hay que reconocer que El Chavo no fue un programa pensado para los chicos, sino que para la familia. Nunca trabajamos para el público infantil exclusivamente.
El grupo de actores era muy heterogéneo. ¿Se peleaban mucho?
Ufff. Nos llevábamos bien, si no, no hubiéramos aguantado tanto tiempo. Pero había muchos chisporroteos. Imagínate que si en las familias hay pleitos, en un grupo de trabajo… son inevitables. Pero, como ocurre con los hermanos que se pelean y después se reconcilian, pasó muchas veces con los integrantes de La Vecindad. Son memorables las peleas entre Quico y Don Ramón. Pero al rato, estaban tomando una copa juntos…
¿Se siguen viendo? ¿Hay contacto?
Con Don Ramón no, porque se murió y es feo hablar con los muertos. Y el resto está muy disperso por el mundo. Quico vive aquí, en la Argentina; Chilindrina en Florida, y Roberto vive viajando por el mundo. Con el único que cada tanto nos vemos es con Edgard Vivar, el Ñoño que, casualmente, ahorita está en la Argentina.
¿Se pensó en volver a juntar a los integrantes del programa?
Jamás. Roberto fue muy claro cuando decidió terminar con el programa, en la cúspide del éxito. Nos explicó que no era bueno dar una imagen distorsionada de lo que fuimos. Yo me puse gordo y canoso; el mismo Roberto engordó; Quico ya no era el mismo. ¿Para qué entonces dar lástima, si lo mejor es que la gente nos recuerde como lo que fuimos? Terminamos el programa cuando estábamos enteros y sanos ¿Por qué reunir miserias entonces?
¿Y Ud. por qué sigue trabajando, entonces?
Porque nunca pude dejar de hacerlo, desde que comencé a los 13 años. Trabajar es lo más gratificante que nos puede pasar. A mí me ayuda mucho el reconocimiento de la gente, pero lo mejor es sentir que uno es útil: creer que estás haciendo algo bueno, a pesar del paso de los años. Es la ilusión de estar brindándote a los demás. No hay mejor cosa que la muerte te sorprenda estando vivo, si estás casi muerto no tiene gracia…
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