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Siempre y cuando fuera por una causa benéfica, el actor, comediante y doctor en medicina general í‰dgar Vivar, estaría dispuesto a sacar del closet los personajes de El Ñoño y el Señor Barriga, creados por Roberto Gómez Bolaños y que lo hicieron famoso en El Chavo del Ocho.
Vocal en la Asociación Nacional de Intérpretes (ANDI) y defensor a ultranza de los derechos autorales, con 35 años de trayectoria artística, aquejado por hipertensión arterial – debido a su peso, la altura y la contaminación de la ciudad de México-, Vivar ve y habla con su humorismo.
¿Cuál es tu estado de salud actual?
“El año pasado estuve muy enfermo, tuve dos tromboembolias pulmonares. Pasé mucho tiempo en mi casa. La vida es un reto y no me he dejado amilanar. En mi casa tengo el aire filtrado y cuando salgo llevo oxígeno por la mala calidad de aire. Me hacen daño la altura y contaminación. Mientras no estoy en actividad puedo pasármela bien. El doctor me dice que baje más de peso.
“Acudo al INER (Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias). Ahí me pusieron en la ingle un filtro en la vena cava. Tengo colesterol alto, recién fui a Buenos Aires por una coproducción que realizo y le entré fuerte a las pastas. Había bajado 40 kilos, pero los subí por la inactividad y cierta depresión. Mi metabolismo no anda bien y la inactividad me perjudica.
¿A qué atribuyes tu depresión?
“Me acongojaba por mi carrera y era parte de mi depresión. Querer hacer cosas diferentes a las de siempre en El Chavo y El Chapulín. He rechazado varias propuestas porque se me hacen un insulto a mi coeficiente intelectual. Tengo algo maravilloso y no lo cambio por nada: el cariño de la gente, el público no te olvida, por eso me gusta mi trabajo”.
¿Rompiste de paso con tus personajes los prejuicios a la gente obesa?
“Fue una brecha muy ancha (dice entre carcajadas). Y más en los tiempos de hoy, como en la época de los helenos, existe un culto desmedido a la esbeltez y a la bulimia. La obesidad no está reñida con el talento, sí con la salud…”.
¿Igual que con los muy flacos?
“Por supuesto. Ahora ya cabe gente talentosa como Rubén Cerda, Sheyla, Miguel Galván y este muchacho Rafael de No Manches, por mencionar algunos compañeros. No puedes dejarte encasillar.
“La diversión no puede ser únicamente albures y dobles sentidos. También pueden presentarse situaciones de buen gusto y el lado amable de la vida sin caer en la chabacanería y en lo soez. La televisión es una invitada que no pide permiso para entrar a tu casa. Vivimos ahora una apertura por la represión tan grande que hubo en México. Pero sin duda existe exceso verbal y procaz”.
Con tres hermanos, Édgar es el mayor y vive con su madre, no tiene hijos, describiéndose como un ser muy intenso para vivir, “porque guardas mejor tus recuerdos, hago fotografías mentales y capturo los momentos agradables. Me quedo con las cosas buenas de cada persona”.
¿La misión de hacer reír qué significa para ti?
“La risa es terapéutica y más en estos momentos. Recuerdo cuando fui a ver a mi gran amigo don Ramón Valdés antes de que se nos fuera. Me dijo: “í‰dgar: …Y pensar que jamás te pagué la renta…”.
La gente que queremos no se va del todo. Las nuevas generaciones que no conocieron a Angelines Fernández, “El Chato” Padilla o Ramón Valdés, ahí está el videotape en El Chavo o en El Chapulín.
De todos tus recuerdos memorables con El Chavo del Ocho y El Chapulín, ¿qué guardas en especial?
“Los países y la gente que pude conocer, sentir la identificación con todo tipo de personas y por supuesto, los manjares gastronómicos de cada sitio. Formábamos un equipo familiar, muy unido. Lástima que no pude coleccionar todos los lentes que rompí en las grabaciones de El Chavo, tú sabes, las caídas eran continuas. Por supuesto le guardo un enorme cariño a Ñoño, hay muchos niños que aún se identifican con el personaje.
“A Roberto -Gómez Bolaños- mi agradecimiento y por siempre mi amistad”.
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