domingo, 26 de mayo de 2013

Por siempre Quico 2005


Después de salto:
Te quedó muy ancha la raya al medio, pero te quedó perfecta”, le dice Carlos Villagrán al chofer del auto de este diario, en cuanto percibe su calvicie prematura. Carlos Villagrán no puede salirse de Quico, el personaje que todavía cultiva con orgullo en una carrera que siguió, después de la TV, en circos (pasados 25 años del éxito de El Chavo), ni del chiste como marca registrada. “El humor es una obligación, por los tiempos que corren”, dice.
“Paso tanto tiempo haciendo de Quico que me pasó lo contrario a todos. Soy un niño en cuerpo de grande, y el que trata de salir es el adulto. Por eso veo lo que las personas no ven, las cosas lindas y mágicas de la vida”, advierte.
Carlos Villagrán (o Quico) está de vacaciones en Córdoba. Estuvo en el cumpleaños de la hija de un amigo, y cambió la feria de artesanías por las sierras este fin de semana que pasó. Vestido de blanco de pies a cabeza, luce pulseras, anillos, un collar, un aro en su oreja izquierda y un reloj. Casi todo, de oro. Nada parecido al traje de marinero negro que lo hizo popular en la vecindad del Chavo. Eso sí, sus cachetes siguen inflados y sus ojos a punto de estallar.
Para los que se preguntan qué fue de El Chavo del 8, que aún sigue en la pantalla cordobesa por Teleocho, Carlos recuerda: “Cuando empezamos a hacer el programa, en el año ’72, éramos una familia, y eso se notaba en el programa. Después vino la popularidad, la envidia y los egoísmos dentro del grupo. En ese momento salió todo lo feo que tenemos los seres humanos, y así fue como Chespirito se quiso quedar con todo. En el año ’79 me sacaron injustamente, y atrás mío, por solidaridad, también Don Ramón se fue”.
Así, Carlos se anima a comparar a los integrantes de El Chavo del 8 con Los Beatles: “Cuando salíamos de gira y asistíamos a las conferencias de prensa, el 80 por ciento de las preguntas eran para Quico. Me ofrecían otros trabajos y Chespirito (Roberto Gómez Bolaños, el creador del ciclo) no me dejaba. De él era el pastel, las velitas y el cumpleaños.
Así empezó la incomodidad entre los compañeros. Siempre que un grupo se transforma en un fenómeno, se disuelve o termina mal, como Los Beatles”.
¿Cómo vivieron esos años de exposición?
No podíamos ni ir al baño. Y si entrábamos, por abajo te pasaban la birome y el papel. La fama pesa, se te monta y pesa. No puedes comer, los compromisos son muchos, y los aviones. Empezamos recorriendo todo México, seguimos por Centroamérica, después el Caribe y Sudamérica. Y hasta lo pasaron en Rusia y Corea. ¿Por qué? El Chavo es muy fácil de entender. Lo oyes, te ríes, lo oyes y te ríes de nuevo. Hay tanta estupidez, tanta inocencia. Había una comicidad que hasta entonces no se había usado, todo iba por el sexo y lo vulgar.
¿Recordás el momento en que te ofrecieron el papel?
Sí, claro. Roberto Gómez “Bola de años”, digo Bolaños, me fue a ver al teatro porque le habían ofrecido una oportunidad de hacer algo cuando abrieron el Canal 8 y el monopolio se terminó. Ahí llegamos todos nosotros a nuestra oportunidad. Desde ese entonces, Chespirito armó todo el programa con todas las ventajas para él. El Chavo no tenía papás, no tenía comida, casa, ni perro que le ladre. Todo para que el público lo protegiera. Y Quico era la contraparte para que la gente lo odiara. Pero en el terreno de la comedia, el villano simpático también es querido. Así se convirtió en el favorito. Luego el programa fue un imán. Era sano, te divertía mucho, y estaba hecho con todo el amor del mundo. No había un detalle al azar y eso se conectó con la gente. En Colombia lo nombraron el programa del siglo, y hasta lo tuvieron que sacar del aire porque los niños perdían su identidad local.
Cómo te sienta tanto reconocimiento?
Animal de costumbre es el hombre. Es mi trabajo, el mejor del mundo. Hago reír a la gente y no tengo patrón!.

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