martes, 30 de abril de 2013
Chespirito – No contaban con su Astucia 2001
Despues de salto:
¿Que es lo que tiene este hombre, que a sus 72 años mantiene 16 retransmisiones semanales y 18 puntos de rating con series que se dejaron de producir hace seis años? ¿Como le hizo para conquistar a varias generaciones latinoamericanas con personajes tan simples como El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado? Chespirito no duda la respuesta: es, dice, la efectividad de los guiones lo que le ha permitido este resurgimiento, sólo comparable con el de los Beatles.
Dos casos hemos experimentado este resurgir. Uno soy yo. El otro son los Beatles”.
Desde afuera, se ve una casa modesta en la colonia Del Valle, zona de clase media en la ciudad de México. Y en el interior, que bien podría ser ostentoso, es, más bien, algo nostálgico. Y hasta un poco recargado, pero nada rimbombante. A las 12:30 de un día cualquiera, el concierto de los relojes de la casa da el primer anuncio de una vivienda decorada con muchas antigí¼edades, porcelanas, pinturas y paredes revestidas en tela. Y cada media hora ha de repetirse la rutina de las infinitas campanadas que, de modo implacable, fragmenta el tiempo de ese hogar ya sin niños.
Con la misma puntualidad de los relojes, Roberto Gómez Bolaños desciende la escalera.
Es un sujeto muy amable, aunque poco modesto. Está acostumbrado al éxito que le llego de grande y que supo mantener, quizá, a fuerza de repetirse a sí mismo una y otra vez. Pero a él le sirve. De hecho, desde el año pasado, la empresa Televisa puso en el aire las repeticiones de El Chavo del Ocho y El Chapulín Colorado, los dos ciclos que él mismo escribió y protagonizó. Son un éxito; con 16 retransmisiones semanales y un promedio de rating de 18 puntos, se colocan en el primer lugar entre los programas infantiles.
Increíble. Una victoria que les da en los dientes a muchos de los productores que se devanan el cerebro por capturar a la audiencia. Pero Gómez Bolaños, Chespirito, no lo necesita. í‰l les gana aún con esos tapes que fueron producidos hace ya muchos, muchos años.
¿Se ha puesto a hacer una autocrítica después de tanto tiempo de un éxito mantenido a fuerza de reiteración?
Lo primero que tendría yo que ver es un sinnúmero de privilegios que me ha dado Dios y que sin mérito alguno se me fueron otorgando. Quizá mi única virtud ha sido la paciencia.
¿Está usted haciendo uso de una falsa modestia o de veras cree que fue tocado por una varita mágica?
No, no, de veras creo eso. Es que he visto la trayectoria de otros actores y escritores y me resulta difícil encontrar alguien que haya tenido el camino tan abierto como yo. Mi carrera tiene circunstancias que la hacen diferente a las de muchos. Por ejemplo, yo no pensaba ser nada más que escritor toda mi vida. Y sigo considerando que soy primero que nada un escritor. Después me metí a actuar y a escribir. Y pienso que si se busca una razón para el indudable éxito que he alcanzado -y ahí dejo de lado cualquier modestia-…
Bueno, es que tampoco hay que ser necios. A mucha gente puede no gustarle su trabajo, pero es innegable que ha tenido mucho éxito.
Sí… y creo que el éxito radicó en el yo escritor. Si yo no hubiera hecho los buenos guiones que creo haber hecho, nada de esto hubiera pasado. Todo el tiempo me analizo y veo que en México y en el mundo, un actor, para tener éxito, debe reunir una seria de condiciones físicas. Altura, imagen…
¿Usted dice que no debería haberlo logrado con esa altura y con esa cara?
Nooo (se ríe, se ríe mucho). Oiga, que finalmente… soy chaparro, pero no chistosamente bajo. Y feo, pero tampoco una fealdad de esas que dan risa. Y hasta tengo la boca muy chica; que es una contra para los actores, porque necesitamos emitir y gesticular… también tengo la mirada clavada hacia abajo.
O sea: ¿un desastre?
Que nooo!!! Yo le cuento estas cosas, pero no es para que usted se aproveche. Es verdad que tuve que hacer esfuerzos muy grandes con la voz, porque al principio no se entendía nada de lo que yo decía.
¿Qué siente usted en esta vuelta al mundo al éxito, las imágenes de El Chapulín y El Chavo copando las calles nuevamente con la venta ambulante?
Me pregunto por qué pasan estas cosas.
Bueno, básicamente, porque desde hace un año Televisa repite sus programas.
Sí, pero podría haber pasado que lo repitieran y la gente decidiera no verlo. Y no puedo dejar de pensar en la eficacia de aquellos libretos.
Otra vez la falta de modestia.
Sí. Somos dos casos los que hemos experimentado este resurgir. Uno soy yo. El otro son los Beatles. Venden ahora más discos que nadie.
¿Se compara con los Beatles?
En términos de resurgimiento, sí.
Y, ¿por qué cree usted que sucede este resurgimiento?
Porque mis programas tenían un humor relacionado con la acción. No como ahora, que la televisión pasa por el “bla, bla”.
Por eso ganan terreno los talk shows.
Así es, aunque sean estúpidos.
A pesar de no producir desde 1995, usted sigue teniendo su oficina en Televisa. ¿Cómo es su relación con la empresa?
En realidad es una oficina que comparto con mi hijo, que también es productor. Pero, de todos modos, la relación con la empresa es muy buena.
¿Está seguro?
Es que… ahora estoy, digamos que, no peleando, pero sí dialogando acerca de la prórroga de los derechos de Televisa para emitir mis programas.
¿Y por qué dejaron de producir programas suyos?
Fue una decisión de Emilio Azcárraga Milmo. í‰l quiso cambiar todos los programas humorísticos. í‰sa fue una medida errónea y ellos, con el tiempo, lo reconocieron. A mí me ofrecieron seguir saliendo al aire en otro canal de la empresa que no fuera el 2, y yo no acepté. Estoy en el principal o no estoy en nada. Y más tarde me nombraron director de la división de cine de la misma empresa.
Pero ya no sigue ahí.
No, porque había una seria de incongruencias. Fueron dos años y medio. Yo me sentía un poco incómodo. Y en la empresa tenían pensado unir Televicine y Videocine. Querían eliminar algo de personal. Me preguntaron si yo tenia algún inconveniente. Yo dije que sin ningún problema iba a dejar mi oficina. Finalmente, producir es lo que menos me gusta.
Muchas personas del medio televisivo y del periodismo, opinan que es usted un hombre listo. Pero, justamente por eso, le reprochan haber basado su carrera en un humor elemental y rudimentario.
Esas personas son elementales y rudimentarias. Mis programas han tenido una calidad de comedia superior a muchos. Y aquí olvidé otra vez…
… la modestia.
Sí. Lo que ocurre es que el programa ha estado primero en el rating de cada uno de los países de América Latina en los que se transmitió. Y ése es un punto en el que yo puedo jactarme. Porque, por ejemplo ahora, hay excelentes comediantes, pero faltan escritores de humor.
De hecho, Televisa hace dos años que intenta renovar la barra de los comediantes y no lo logra.
Algunos de los mejores guiones son los de Eugenio Derbez, pero lo demás… los noticiarios, por ejemplo, tienen avances tecnológicos impresionantes y, sin embargo… es que prefiero ver los canales culturales, porque me molesta un poquito lo burdo.
En sus programas había chistes con doble sentido. Si se quiere, algo burdos.
Había cosas que podríamos calificar como picantes. Por ejemplo: el profesor Jirafales decía: “fue en la torre de Babel donde se separaron las lenguas”. Y la Chilindrina preguntaba: “Pues, ¿que estaban haciendo?” Ahí hay algo picante. O llegaba el Botija y decía: “Oye, ¿tu te cruzaste con mi mujer?” Y el Chómpiras respondía: “nooo, yo sería incapaz”. Cosas de ese tipo, pero sin agresión.
¿Cómo se ve usted en la televisión actual, incluido con programas que fueron producidos hace un promedio de 15 años?
Bueno…
Espere.
Dígame.
Antes que nada, no quisiera que me conteste lo que a todo el mundo: “Es que los libretos son tan buenos y la calidad de realización es tanta que por eso perduran”.
No puedo evitar esa respuesta. Soy bueno… ¿De qué se ríe?
Es que me resulta increíble la capacidad que tiene usted para plagiarse a si mismo.
Bueno (sonríe), en todo caso, se trata de la reiteración de mis convicciones. Pero además ha tenido otro acierto. Haber sabido detener a tiempo la producción de programas de El Chavo y el Chapulín. Llegó un momento en que me resulto problemático hacer esos personajes porque cada vez tenía yo más arrugas e iba perdiendo movilidad. Si hay algo lastimoso es ver a un hombre que no puede con su cuerpo. Es terrible ver a Cantinflas en El barrendero. El enamorando a una muchacha, o filmar una escena en la que venía corriendo y al llegar a una escalera tenía que detenerse, porque él tenía ya como 78 u 80 años.
Pero, ¿por qué dice usted que decidió levantar esos programas si hace rato dijo que fue Azcárraga Milmo quien limpió la barra de los programas humorísticos en 1995?
Porque, aunque en el resto del mundo se hayan visto tanto como en México, los últimos tiempos no seguía escribiendo y grabando un programa con la misma estructura que el de antes, pero ya sin los personajes de El Chavo y El Chapulín. Es cierto que yo hubiera podido seguir así bastante tiempo, pero don Emilio no quiso.
Don Roberto, esta larga continuidad que usted le dio a la serie de personajes que le pertenecen (más de dos décadas) y los nueve años que ya lleva con la misma puesta teatral (11 y 12), hacen pensar que es usted un sujeto más bien cómodo.
A lo mejor tiene razón (se queda en silencio).
¿Se ofendió?
No, pero quisiera decirle que también es cierto que es más difícil mantenerse que subir. O sea: el mérito no es hacerse famoso, el mérito es mantenerse en pantalla.
¿Y por qué no ha creado otra cosa, personajes que se salieran del mundo? ¿Por qué no un programa totalmente distinto?
Porque el asunto consiste en hacer las cosas que uno sabe hacer bien. A mí, los chistes políticos, por ejemplo, no me salen bien. Y tampoco incluyo humoradas crueles o demasiado picantes.
Sin embargo el humor de 11 y 12 es bastante alburero.
La obra es picante. Dramatúrgicamente muy bien planteada.
Modestamente.
Sí (sonríe, ya medio harto de caer una y otra vez en la falta de modestia). Pero es la verdad. Después de tantos años que la hacemos, el público podría haber decaído. SIn embargo, estuvimos un fin de semana en Puebla y llenamos ocho funciones.
Durante esa gira, ¿Qué repercusiones recibió sobre su participación en la campaña del presidente Vicente Fox?
No a toda, pero a la mayoría de la gente le ha caído muy bien. Yo lo hice como una actitud cívica, porque la política me parece un mal necesario. Yo ya estaba harto del PRI desde hacía mucho tiempo.
¿Y por qué no habló ante una cámara para pedir el cambio ya en el sexenio anterior?
Porque no había un candidato que me convenciera. Lo más probable es que en el 88 haya ganado Cuauhtémoc Cárdenas y le escamotearon el triunfo. Pero tampoco Cárdenas me convence. No había encontrado a nadie como Fox.
El presidente le deberá a usted haber colaborado en su triunfo y ser uno de sus relacionistas públicos.
(Gómez Bolaños apenas sonríe)
Usted dijo que no le interesaba que el público se resintiera por su participación en la campaña.
Sí, si hay alguien a quien no le gustó eso, pues lo siento mucho.
A su hijo tampoco le gustó.
Mi hijo es, quizá, más político que yo.
El 21 de Febrero, Roberto Gómez Bolaños cumplirá años, seguramente festejados en compañía de su segunda esposa, Florinda Meza, sus cinco hijas mujeres y su único descendiente varón.
El hombre es inquieto. No ha parado de mover sus pies y no parará jamás durante el desarrollo de nuestra charla. Trae una ropa sencilla, sus ojos verdes gastados por el paso de los años y la voz algo rota. Hace 30 años que comenzó con El Chavo del Ocho, a principios de 1971. Desde entonces es una estrella de toda Latinoamérica. Y cuando parecía haber desaparecido, vuelve con fuerza implacable de un éxito que parece recién construido.
¿Es usted un hombre viejo?
No, no lo creo.
¿Cómo imagina la vejez?
No me gustaría estar hecho un viejo decrépito, si a eso se refiere. Le tengo miedo a eso.
¿Y a la muerte?
No, no a morirme. Sí le tengo miedo a estar mucho tiempo muriéndome. Pero la muerte en sí misma, me da una curiosidad enorme. Claro que no me voy a quitar la vida para averiguar de qué se trata, ¿verdad? Y tengo otros miedos, mis pesadillas recurrentes: lugares sucios, muy sucios. Por otro lado, tengo más dinero del que soñé y mucho menos del que piensa la gente. Esta casa cabe unas 30 veces dentro de la casa de Silvia Pinal; pero he pensado la posibilidad de que fuera yo realmente pobre.
Sin embargo es un hombre millonario.
Es que un millón lo tiene cualquiera. Pero cuando he pensado en esa posibilidad, me di cuenta de que no me importaría andar de blue jeans todo el tiempo y comer frijoles y arroz.
Convengamos que buena parte del pueblo mexicano viste blue jeans y come frijoles y arroz, don Roberto.
Sí, pero peor que eso es la suciedad. Eso me aterra. No podría soportar tener que ir a un baño de esos que encuentra uno en las carreteras o en restaurantes baratos.
Está ya en edad de arrepentirse de algunas cosas.
Bueno… no he cometido actos graves. Por ejemplo no podría decir que mi primer matrimonio haya sido un error, sino más bien la caída de ese matrimonio. Mi primera esposa, la madre de todos mis hijos, es una gran dama.
¿No es demasiado soberbio no encontrar un buen error de que arrepentirse?
Sí, posiblemente. Apunte eso en la lista de mis defectos. Junto con la comodidad, el miedo y la flojera.
¿Es un hombre fiel?
Ahora soy fiel. Antes era cualquier cosa. Cien por ciento infiel.
¿Antes cuando?
Con mi primera pareja. Para la gente famosa es muy fácil ser infiel. Algunas veces la seguridad nos tenía que sacar las damas de los hoteles en las ciudades a las que íbamos de gira, porque eran demasiadas.
Eso no lo exime del error.
No, muchacho, claro que no. Pero, a toda costa, uno siempre busca el perdón.
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